Dirección: Daniel Calparsoro. Guión: Jorge Guerricaechevarría. Intérpretes: Miguel Herrán, Luis Tosar, Carolina Yuste, Asia Ortega, Patricia Vico. País: España. 2020. Duración: 121 minutos.

esde aquel Salto al vacío (1995) con el que debutó Daniel Calparsoro a este Hasta el cielo han pasado 25 años. En sus títulos se denota la transformación, no ya de este narrador catalán de nacimiento y vasco de asentamiento, sino del cine español. En aquel filme inaugural Calparsoro se abismaba en un retrato juvenil de corazón oscuro y voz entrecortada. una crónica social envuelta entre pliegues y sombras, en cuyos recovecos se percibía el eco de aquellos años de plomo y desesperación.

El filme fue saludado como el heraldo de un tiempo crepuscular que ya se había bebido toda la fantasía del país “moderno” de olimpiadas y expos y empezaba a sospechar que los supuestos cambios vividos eran para certificar que nada de fundamento se iba a modificar. Dicho de otro modo, aquel filme era la evidencia de que del atolondrado tiempo del exceso pasábamos al del cinismo sin culpabilidad.

Aquí como allí, Calparsoro gusta filmar a gente joven lanzada a tumba abierta en un contexto de thriller, violencia y sexo. Pero la presunta angustia del vacío existencial de su ópera prima, tras una quincena de largometrajes y miniseries a sus espaldas, deja paso a un vacío moral y a un barroquismo escénico. El director se ha curtido como narrador, mueve sus cámaras y actores con agilidad de superproducción y retorna a unos personajes al que la reciente fuga de El Piojo les ha rendido un guiño de actualidad.

Hasta el cielo recoge la ascensión y llegada a la cumbre de la miseria de un delincuente tan ambicioso como simple. Podría ser el descendiente de aquellos perdedores de la última gran película de Carlos Saura, Deprisa deprisa. Luego Saura siguió haciendo cine pero ya nunca recuperó el ángel que le había acompañado durante treinta años. Si cruzan la ingenua rebeldía de los perdedores del filme de Saura con el Luciano cañí de Hasta el cielo se intuye la transformación-demolición de un país en apenas un cuarto de siglo. En este cielo, su protagonista, un poligonero de buzo con olor a gasolina, un amo de la pista en la discoteca del barrio, deriva en un alunicero atrapado entre dos mujeres, la que le interesa y la que le conviene. Entre ellas se dirime ese “ser o no ser” de un príncipe de arrabal transparente y lineal, un adulto niño que juega a ser rey sin ser poder controlar su sino.