En torno a la dureza del trabajo en la mayor mina de sal del mundo, en el norte de México, y a la poética del paisaje a través de una propuesta experimental, ha girado este martes la sección oficial del Festival Punto de Vista. 'Paralelo 28', de Santiago Bonilla, y 'Trampa de luz', de Pablo Marín, son dos películas muy personales con una intención común: la creación, a través del cine, de realidades que no existen del todo.

Así se ha puesto de manifiesto en la rueda de prensa celebrada por la mañana en el nuevo espacio al aire libre, La Plaza, ubicado en el exterior de Baluarte y en el que ambos directores han presentado sus películas, antes de proyectarse en el marco de la 15ª edición del festival.

'Paralelo 28' (Francia, México. 2020. 24') es una película sobre el peso de la materia prima en el mundo, una representación material del trabajo, construida en la mina de sal más grande del mundo, ubicada en el norte de México. "Estaba interesado en cómo representar un objeto tridimensional, como es la materia prima, con otro objeto bidimensional que es el cine, y empecé a hacerme preguntas que creo que la pintura ya se hizo desde hace tiempo, y mi película se acercó a ese lugar más pictórico", comenta Santiago Bonilla sobre este filme en el que la dimensión política y la ironía están presentes.

A la manera en que Turner representaba el paisaje industrial, en unas pinturas en las que "no vemos claramente el referente", sino que lo que prima es la mirada del pintor, Bonilla también terminar por "borrar al referente, por borrar la mina y alterar el paisaje en que se enmarca", ya que, como dice el realizador, "no sé si existe el paisaje fuera del cuadro que nosotros le imponemos".

La mirada del director-creador es la que impera en su compromiso con lo que tiene delante: la mina de sal, sus trabajadores, las ballenas muertas, las máquinas en pleno funcionamiento, el mar, y la materia prima, que para Santiago Bonilla es "el reducto del mundo que podemos tocar todavía". "Porque ahora con Internet todavía más, las imágenes tienen ese estatuto que hace que parezca que no existen en ningún lugar, que no las podamos tocar, y la materia prima representa ese reducto en el que podemos todavía comprobar que el mundo existe, que el mundo no es una imagen sobre una representación".

Un trabajo "interminable"

Del trabajo en la mayor mina de sal del mundo, cuenta el realizador que es "interminable". "Es gente que trabaja muchísimo, en largas jornadas siete días a la semana, y en un pueblo que no existe si no es por la mina. Es un trabajo pesado, y aun así es gente muy amable que me recibió con mucha apertura", dice sobre su experiencia con los trabajadores de la mina.

"Ahora, con la crisis sanitaria, el trabajo minero es el primero que se restableció. No lo vemos en las ciudades, en ningún lado, pero el mundo se sigue sosteniendo por la minería, por el trabajo en general, pero por la minería en particular. Todo lo que está aquí viene de las minas", defiende Bonilla, quien incluye en su película la etimología del término salario para poner el énfasis en que "aunque sabemos que el dinero es una tarjeta de plástico o unas monedas de cualquier material, detrás de él hay una materialidad; detrás de un billete hay un cuerpo que está trabajando".

La subjetividad de Santiago Bonilla, de su mirada personal, se une en su película a la subjetividad de una historia relatada por los propios obreros de la mina de sal, que se mueve entre la ficción y la no ficción, a la manera de "chiste tonto e irónico" pero que a la vez "expresa relaciones de poder, condiciones laborales, aborda incluso el tema de la visión, de que a veces menos más o menos, y las cosas son más o menos nítidas", lo que entronca muy bien con su intención en este documental.

Además, al realizador le pareció "interesante hacer un chiste, porque la tradición cinematográfica que retrata el trabajo siempre ha sido como muy solemne, siempre se ha retratado al obrero como el héroe o como la víctima de no sé cuántos años de historia, y me parecía bueno hacer un chiste. Claro que los obreros de la mina trabajan en condiciones durísimas y están moldeados por ese paisaje que es muy duro, pero al mismo tiempo están jugando todo el tiempo, y me pareció honesto transmitirlo, no tomarse todo tan en serio", concluye.

Miniatura cinematográfica

'Trampa de luz' (Argentina. 2021. 9'), del realizador de Buenos Aires Pablo Marín, ha sido la otra película presentada este martes en el marco de la sección oficial, en una proyección que ha supuesto su estreno mundial. Una cinta de unos 9 minutos "con un pie en lo documental y un pie en lo experimental", en palabras de su director, que propone la creación de un paisaje personal abordado de una manera intuitiva.

Rodada entre la provincia de Buenos Aires (zonas rurales) y Madrid (parque de Oeste), es una experiencia hipnótica que sumerge al espectador en una naturaleza viva contenida en una miniatura cinematográfica. "Mi intención era hacer una suerte de bola de cristal, de esas con adornos y nieve dentro", dice Marín sobre esta película muda y en blanco y negro rodada en super 8, influida por ciertas lecturas y cierta poesía que su autor estaba leyendo en el momento en que la creaba, como la prosa poética de la escritora argentina María Negroni.

'Trampa de luz', cuyo título alude a "la trampa que es el cine, un agujero negro que absorbe luz y la preserva", es el intento de representación de un espacio que puede existir o puede no existir. "Una especie de cristalización de un mundo que me interesaba crear, más que retratar", cuenta el realizador argentino, cuya mirada también está por encima del referente, igual que ocurre en 'Paralelo 28'.

La experimentación de un cine en fragmentos

En esta obra, Pablo Marín experimenta con ciertas manipulaciones físicas a las cámaras con las que trabaja. Así, "varios fragmentos de su película han sido creados bloqueando a la hora de filmar ciertas partes de la cámara y de la imagen para que solo se impriman algunas, luego rebobinando la película y volviendo a imprimir para que coincidan o no coincidan ciertas cosas Es un trabajo en capas en el que van de la mano dos intenciones: qué imagen quiero crear y cómo quiero crearla, de manera que una cosa dicta casi la otra", explica el autor.

La cuestión de la perspectiva es un eje clave en torno al cual gira 'Trampa de luz', indisolublemente vinculado a la cuestión de la primera persona, que para Pablo Marín "es la manera de escapar en el cine a los problemas tradicionales del documental sobre la cuestión de la objetividad y de la ética".

"No me interesa ese dolor de cabeza de intentar hacer una imagen en la cual no influyes, cuando sabes que siempre estás influyendo", afirma Marín, quien por esto mismo siente que la poesía, que son relatos en primera persona, es fiel a su proyecto. Un espacio construido a propósito a partir de una mezcla de un montón de cosas. "De ahí lo de 'trampa', porque esta película es en realidad una construcción hecha de cosas que no tienen nada que ver aparentemente, unidas en un espacio que intenta ser coherente".