Participa este jueves por la tarde en Baluarte en una mesa redonda en la que se va a analizar si existe la novela negra mediterránea, y si existe, cómo es. ¿Qué puede adelantar de su postura en este tema?

Bueno, la cultura negra mediterránea surge un poco como una parodia o una manera de adaptar el hard boiled americano a la idiosincrasia de cada país; para hacerlo un poco creíble. Por ejemplo, en países donde estábamos saliendo de una dictadura era muy difícil que el personaje de una investigación fuera un policía que no es corrupto, porque se asimilaba la policía al régimen, entonces tenías que crear otra figura, un periodista o un detective. La pauta de esta corriente, que no es especialmente violenta en comparación con la nórdica, la marcó Manuel Vázquez Montalbán, influyó a Camilleri, a Márkaris, a Jean-Claude Izzo, en el sentido de que le dio la vuelta al calcetín, es decir, en sus novelas el detective ya no se destroza tomando whisky barato y comiendo mal, sino que es un gourmet; el escenario ya no es un escenario idílico de Los Ángeles, Nueva York o Londres, sino que son las ciudades donde vivimos nosotros. Algo que ahora parece muy normal, en su momento fue muy radical; y los detectives no entran en antros donde suena jazz sino donde suenan coplas. Lo que hizo fue adaptar a cada situación cómo vive y se relaciona la gente; y cómo mata y por qué mata. Las motivaciones son muy distintas de un país a otro, de una zona a otra, de un clima a otro.

¿Cuáles son las motivaciones para el crimen en esta cultura?

Tienen que ver con los valores de cada sociedad, la manera de relacionarse en nuestra comunidad y la violencia social. El aislamiento tiene mucho que ver en cómo son nuestros criminales.

Como escritor ha dado ahora un cambio de rumbo, sale del género negro y de Barcelona como escenario para abrazar la amistad intensa y el poder de la música en 'Love Song'. ¿Por qué este giro?

Creo que la labor de todo creador es forzarse a ver qué puede hacer, medirse un poco consigo mismo, y en ese sentido yo siempre intento hacer cosas distintas en las novelas. Quería dejar el género que siempre he tocado de una manera un poco fronteriza, tampoco he sido un autor de novela policial, de investigación, y cambiar de escenario, de personajes, probar si podía hacerlo. Siempre me he sentido un escritor, no me he sentido solo un escritor de género.

¿Qué representa la música para Carlos Zanón?

Desde el principio representó todo. Yo empecé a escribir traduciendo o creyendo interpretar lo que decían las canciones en inglés por el título. Me gusta mucho la intensidad de las canciones, la capacidad de evocación que tienen las letras, y en cierta manera esa energía siempre intento transmitirla a la literatura. Y luego escribir se diferencia de redactar en eso, en la música, en las palabras que eliges, en el ritmo, en el respirar un poco, ahí está la clave de la literatura. Entonces no creo que sean cosas tan distintas.

Y la música es un refugio.

Claro. Es un no-lugar. Piensa que cuando escuchas a Billie Holiday, John Lennon o Bob Marley, estás escuchando a alguien que lleva 40, 50 años muerto, sin embargo se comunica contigo. Es un refugio que no existe pero un refugio muy poderoso.

En su novela plantea un triángulo de amistad. El 3, un número complicado en las relaciones.

Sí, quería hacer un triángulo pero que no fuera de celos o de traiciones sexuales, sino de tres mejores amigos. Y que todos tuviesen su sitio y no hubiese competición; me gusta la idea de ir a ese amor adolescente, de cuando eres generoso y al mismo tiempo pasional con tus afectos.

El libro remite a una banda sonora, a una lista de canciones.

Sí, me gusta saber cómo suenan las novelas, y en este caso creé la ficción de un grupo de músicos talentosos cuya manera de conectar con un público que no los conoce y que no es nada selecto es tocar éxitos de un año en concreto, en este caso elegí 1985, y ese es el juego de la novela, es un divertimento que sirve para dar algo más.

Es un público que está a otra cosa. De ahí ese desajuste, esa desolación de los personajes. ¿Le ha influido en algo esta crisis de pandemia que ha hecho más visible la fragilidad de todo?

No sé, yo creo que no, yo creo que ellos tienen asumido que pertenecen a una estirpe y a una relación con la música muy determinada que evidentemente ya es crepuscular, la música ya no se siente así; ellos son como los últimos herederos de un tipo de relación con la música y con el arte. Y ese desajuste no es una cuestión de ahora, siempre ha pasado. Siempre se ha vendido más un producto; cuando Baudelaire publicaba Las flores del mal, vete a saber qué libro era el que funcionaba, seguro que no era el suyo. Lo que ocurre es que, evidentemente, ahora vivimos una época muy especial en la cual por primera vez la tecnología es tan bestia que no nos permite ni pensarla, y eso condiciona mucho la manera que tenemos de sentir las cosas y de admitirlas. Habitamos un mundo en el que no importa la esencia sino que importa lo que pareces. Un mundo muy de apariencias. Supongo que siempre ha sido así, solo que ahora tenemos una tecnología que hace que todo sea un poco más violento.

"La música desde el principio representó todo; empecé a escribir creyendo interpretar lo que decían las canciones en inglés por el título""Siempre me he sentido un escritor, no me he sentido un escritor de género""El aislamiento tiene mucho que ver en cómo son los criminales en la cultura negra mediterránea"