La Cava cierra su escenario mañana, 6 de agosto, con el espectáculo Eclipse Final, otra de las propuestas que ofrece el Festival de Olite. La compañía valenciana Pont Flotant lanzará una pregunta, ¿cómo vivimos sabiendo que un día dejaremos de existir? Eclipse Total es una propuesta que impregna de humor el ritual y que mezcla lo trascendental con lo cotidiano. La función ha sido reconocida con el Premio Max 2023 a la Mejor autoría teatral, y dos de sus creadores, Pau Pons y Jesús Muñoz (también intérprete), esperan con grandes expectativas su llegada a Olite esta noche a las 22.00 horas.

¿En qué se inspiraron para escribir Eclipse Total

PAU PONS:– Mis compañeros de Pont Flotant, Jesús Muñoz, Àlex Cantó, también intérprete en la obra, Joan Collado y yo siempre hemos tenido presentes en nuestras creaciones el tiempo y la memoria. Pero esta vez la muerte es el tema clave del trabajo, partiendo de material autobiográfico, anécdotas familiares e información real. El hecho de que nuestros padres vayan haciéndose mayores también nos impulsó a tratar este tema.

En la obra es recurrente hacer referencia a asistir “al ensayo general de un posible final”. ¿Cuántos posibles finales les ha llevado a imaginar la función?

P.P:–Durante los ensayos improvisamos sobre el más allá, sobre nuestros deseos, sobre la inmortalidad, diferentes maneras de morir, etc. Nos costó encontrar el tono, así que nos decantamos por enfrentarnos al discurso de que posibles finales solo hay uno, y que todos acabaremos igual. La ternura, la poesía, la belleza plástica y el humor nos ayudan a tratar el tema con naturalidad y distancia.

Uno de los miedos más comunes es la muerte. ¿Se encuentran los suyos reflejados en la función? 

P.P:–Si, y tanto que sí. Aparecen mis miedos y creo que los de toda la humanidad, supongo que no puede ser de otra manera... Lo que hemos intentado es organizar estos miedos y deseos en dos posiciones vitales o maneras de enfrentarse a ellos a través de la mirada y la naturaleza real de cada uno de los intérpretes. 

J.M:–Por mi parte, no quiero morir nunca. Me gustaría vivir más años que la posidonia, que es el organismo vivo más longevo del planeta (lleva cien mil años en el agua). En cambio, Àlex, mi compañero de escenario, teme a la vida y no a la muerte, considera que la vida está “sobrevalorada”.

¿Cómo es interpretar la preparación hacia algo que es desconocido pero inevitable? 

J.M:–El teatro nos proporciona la posibilidad de interpretar cualquier cosa mediante la improvisación y la imaginación. El documental Descanse en paz, Dick Johnson fue esencial para ello. En él, la directora muestra recreaciones de diferentes maneras de morir de su padre. Y lo hace desde el amor y la ternura, pero también desde el miedo y la crudeza de no saber si podrá afrontar el momento. 

¿Incluye la función alguna escena que recuerde a este documental? 

P.P:–Recogimos su ternura, el humor, el desenfado y el juego del imaginar y recrear nuestros posibles decesos. Por eso, inspirados en este filme, en una de las escenas, Jesús y À̀lex recrean su entierro debajo de su ropa y de sus recuerdos, que van relatando a modo de inventario todas las casas en las que han vivido, las novias que han tenido y los trabajos que han ejercido.

La obra planta cara a un miedo universal. ¿Pretende ayudar a dejar de verlo como algo negativo?

J.M:–Sí, pensamos que reflexionar y hablar sobre el tema ya es una manera más natural y orgánica de afrontarlo, eliminando el ocultismo, el pragmatismo y el negocio que reina sobre el tema en la sociedad actual.

Desde el estreno de la obra en 2021, ¿Cómo ha cambiado el sentido de la misma para ustedes? ¿Ha habido una evolución?

P.P:–La esencia es la misma, pero al tratar el tiempo y jugar con nuestra autobiografía, hay cuestiones que se van resignificando. Por ejemplo, hace poco la abuela de Jesús cumplió 100 años y esto aparece en la obra. La evolución está en la manera en la que ahora nosotros vemos este proceso, nos ha ayudado a entenderlo mejor y a tener más conexión con la muerte, a vivirla de una manera más natural y no tan deshumanizada.

¿Es la sensación que busca despertar en el espectador?

J.M–Nuestra intención es que el espectador experimente un proceso parecido al que nosotros hemos vivido, que se plantee dudas y miedos que nosotros hemos tenido, que dedique tiempo a pensar y reflexionar sobre el tema, sobre la relación que mantiene con sus seres queridos, pero también que contemple la escena con un tiempo más dilatado y contemplativo.

¿Qué hay de la simbología que representa esa mesa de comedor con sillas vacías?

P.P:–El artista navarro y colaborador de la compañía, Fermín Jiménez, nos inspiró. En los eventos familiares los niños siempre están en un extremo de la mesa y los más mayores en el otro. Nadie quiere sentarse al final, porque se intuye que el siguiente en marcharse será el que esté en esa última silla, en la próxima celebración hay que desplazarse porque hay uno libre. Esta metáfora era gráfica, clara y visual. 

J.M:–El juego teatral nos permite imaginar desapariciones ideales, finales idílicos deseados, como que nuestros padres se vayan de escena y de la vida bailando un vals en las fiestas del pueblo o cantando esa canción de karaoke preferida.

Humor, nostalgia, reflexión, celebrar la vida y la muerte... ¿Qué tiene más peso sobre el escenario?

J.M:–Sin duda el hecho de celebrar la vida. También la presencia del humor es importante para nosotros escénicamente, es una herramienta para distanciarnos de los temas que tratamos, para que pueda contrastar la profundidad, para que el espectador pueda descansar y relajarse. La reflexión también es muy importante para nosotros, pero muchas veces a posteriori, después de la función.

¿Qué aporta la metáfora del eclipse?

P.P:–Parte de la idea del “ensayo general de un posible final”, porque un eclipse no deja de ser eso, algo trascendental, una sensación que te sobrepasa, que está por encima de nuestra capacidad de intervenir en la naturaleza. Además, hemos utilizado esta imagen de cubrir el sol al final de la obra. Es mi momento preferido de la función. La he visto infinidad de veces y todavía me sorprendo y disfruto cuando llega el final.

Este año han ganado el galardón a Mejor autoría teatral de los Premios Max.

J.M:– Agradecemos que se premie un texto escrito de manera colectiva, además que sea a una compañía de València, pequeña, y con una extensa trayectoria de más de 20 años. 

¿Cómo esperan ese cierre de espectáculos mañana en la Cava de Olite?

P.P:–¡Con muchísimas ganas y expectativas! Estamos deseando ver nuestro eclipse en ese entorno privilegiado, de observar nuestra luna giratoria en ese enclave tan especial que seguro que aporta nuevos significados a la pieza y aporta una capa más de sentido. Seguro que se genera una conexión con la inmensidad del cielo abierto y las estrellas, también protagonistas en la obra. El paisaje completará las metáforas que propone la obra, esa sensación de que somos un puntito muy pequeño en la tira infinita del tiempo.