En la trepidante historia que nos presenta en esta ocasión la autora Carla Montero (Madrid, 1973), bajo el nombre de El viñedo de la luna, nos ofrece una historia de supervivencia, amor y caldos exquisitos guardados de los nazis para que estos no se apropien de ellos.

Hace unos años, en 2009, ganó el premio de novela Círculo de Lectores. ¿Siempre supo que se dedicaría a esto en cuerpo y alma?

No, la verdad es que yo siempre digo que soy escritora por accidente. Es verdad que siempre me ha gustado escribir, en la adolescencia hacía relatos para la revista del cole, pero nunca tenía la idea de publicar. Para mí escribir era prácticamente un hobby. De hecho, terminé el colegio, empecé una carrera ajena al mundo de la literatura, y estaba escribiendo una novela.Cuando la terminé, pensaba que se iba a quedar en el cajón, pero mi marido me pidió leerla y me animó a publicarla. Este premio me animó a participar, porque eran los lectores los que votaban, y esa rueda me ha llevado a donde estoy ahora, siete novelas después.

Ojalá todos los accidentes fueran igual de afortunados.

Sí, ojalá fueran así (risas).

Y después de esa primera aventura, y de las que siguieron, ahora vuelve con El viñedo de la luna. Con todo el proceso de documentación que tiene detrás, no será fácil terminarla en un año.

Sí, todas mis novelas se desarrollan en un contexto histórico y eso siempre requiere una investigación. A mí es una de las partes que más me gustan de mi trabajo. Me gusta dedicarle tiempo, que la investigación sea exhaustiva, concienzuda, que los detalles históricos estén bien cuidados... Le dedico un trabajo previo, incluso, al de la escritura, que dura varios meses. Desde que me siento frente a la pantalla hasta que la novela está escrita son unos ocho meses, y el trabajo de investigación suelen ser unos cinco meses. Pero realmente en un año puedes tener una novela acabada incluso con una investigación. 

Además, el de la novela histórica es un género cada vez con más fieles lectores. ¿Qué le atrapa a usted de él?

Siempre me ha gustado. A través de la escritura he encontrado esta forma de satisfacer mi gusto personal por la historia, y tanto en la escritura de novelas históricas como en su lectura encuentro esa forma de conocer qué nos precede, porque lo que nos precede explica mucho lo que somos ahora. Y a mí me resulta muy interesante, sobre todo, el comportamiento del ser humano, más allá de las personas que han pasado a la historia, de las personas corrientes. 

Esta la ambienta en la II Guerra Mundial, una época con bastantes nombres propios. Aquí encontramos un nuevo nombre, el de la protagonista, Aldara. Y lo contextualiza dándole una vuelta de tuerca, con esos vinos guardados de los nazis. ¿Cómo dio con este tema?

Es cierto que la Segunda Guerra Mundial ha dado multitud de historias y sigue dándolas, además en todos los formatos. Parece que ya está todo dicho, y es sorprendente cómo todavía te encuentras cosas de las que apenas se ha hablado. ¿Cómo di yo con ello? Esta es la tercera novela que escribo sobre el periodo, y me gusta mucho investigar, profundizar en el tema, tirar de un montón de hilos... Y a raíz de eso me encuentro con esto. Porque además a mí el mundo del vino siempre me ha resultado muy atractivo. Creo que es un mundo muy complejo, interesante... Está rodeado, por una parte, de un aura muy de glamour, pero por otra parte es muy de la tierra, de tener los pies en el suelo. Entonces, cuando yo me topo con este tema digo:“Bueno, para mí fantástico. Reúne dos de mis grandes pasiones, y ya si encima es un tema poco conocido, pues mucho mejor”. 

La pregunta a estas alturas es obligada. Tenemos un madeira de 1846; un jerez de 1821; un borgoña Chambertin de 1846; un champán Roederer; cuatro burdeos de 1847, un Château Margaux, un Château Latour y un Château d’Yquem, y un Château Lafite de 1848. Tras todo lo que ha leído, si pudiera probar alguno, ¿por cuál se decantaría?

Por un borgoña, sin duda. No solo porque es la zona en la que está ambientada la novela. Es que yo creo que es donde se hacen los mejores vinos del mundo, así en líneas generales. El vino de borgoña para mí es espectacular. Es un vino muy diferente, es suave, de esos que te podrías beber la botella sin darte cuenta. De esa colección, que la verdad es que todos son magníficos, si tengo que elegir me quedo con el borgoña. 

¿Y qué nos puede contar de Aldara?

Aldara representa a las mujeres que marcharon de España huyendo de la guerra y apenas acaban de llegar a un país que estaba en paz, y de repente se encuentran de nuevo inmersas en una situación bélica frente al mismo enemigo frente al que habían combatido en España. A mí lo que me ha resultado más curioso es que se empieza a conocer sobre todo a partir de ahora, porque hasta hace unos años no se sabía muy bien cuál era el papel que las mujeres exiliadas en Francia habían desempeñado durante la guerra, en la resistencia... De hecho, cuando me pongo a investigar tampoco encuentro demasiada documentación de la que a mí me gusta, los testimonios personales.

Después de esta nueva aventura literaria, ¿qué pide al futuro?

Seguir (risas). Seguiré escribiendo. Me gusta hacer un parón, descansar de la novela anterior, tomar distancia para abordar una nueva historia.