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Música

Crónica del concierto de Robe Iniesta en el Navarra Arena: 'Del poder de Robe'

Una siete mil personas se dieron cita en el pabellón

Robe, el poder del rock en el aire.Javier Bergasa

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CONCIERTO DE ROBE

Fecha: 01/06/2024. Lugar: Navarra Arena. Incidencias: Unas siete mil personas. Concierto dividido en dos partes con un descanso en medio de unos veinte minutos. En total, algo más de tres horas de actuación.

A las 21:14 se apagaron las luces y el Navarra Arena rugió. Un foco solitario iluminó a Robe, que entonó los primeros versos de Destrozares, la canción que cerraba su segundo disco en solitario. Cuando llegó a Pamplona con la gira de aquel álbum, el concierto se celebró en Baluarte y quedaron algunas butacas vacías. Pero los vientos han cambiado y ha regresado a su hábitat natural de grandes pabellones y audiencias multitudinarias. Esta súbita reconquista de popularidad no parece obedecer a ninguna estrategia previamente planificada, sino más bien a su azaroso devenir artístico. Sus dos últimos trabajos, Mayéutica y Se nos lleva el aire, han alcanzado cotas de calidad pocas veces vistas en otro artista nacional. Y así lo certificó en Pamplona, extrayendo mucho material de estas obras.

Lo hizo rodeado por sus músicos (Los Robes, como él los llama), que vistieron las canciones con todo tipo de detalles, además, claro, de toda la contundencia que estas requieren. Se trata de una banda sumamente versátil; en su base colocan las guitarras, el bajo y la batería. Sin embargo, también tienen mucha presencia el violín y los teclados y, más ocasionalmente, el saxo y el clarinete. Y aunque no suele considerarse un instrumento propiamente dicho (a pesar de que, sin duda, lo es), la segunda voz y los coros de Lorenzo juegan un papel esencial en la propuesta. Eso hace que la gama de tonalidades sea inmensa, hasta completar el emocionante e intenso arcoíris que fue la actuación. El buen trabajo realizado encima del escenario se vio subrayado por detalles técnicos: sonido perfectamente ecualizado, que permitía sentir en el pecho todo el torrente eléctrico que lanzaban los músicos y, a los pocos segundos, conmoverse con los detalles del violín y el clarinete, casi como si fuese música de cámara; las luces, también cuidadísimas, acentuaron las sensaciones de cada una de las canciones provocaba.

Las mejores fotos del concierto de Robe en el Navarra ArenaJavier Bergasa

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Como siempre sucede en sus actuaciones, Robe dividió el concierto en dos partes. El último disco fue la columna vertebral de ambas (tocaron nueve de sus diez canciones), y no es cuestión de chulería, sino de justicia, pues todas ellas merecen su espacio al lado de los clásicos, como bien demostró el público, que cantó todas y cada una de las letras nuevas como si llevase haciéndolo toda la vida. Sirva de ejemplo la escalofriante interpretación de El poder del arte, que dejó el Arena sobrecogido y puso fin al primer tramo de actuación. Tiene su riesgo hacer veinte minutos de parón después de semejante momento de comunión entre artista y seguidores, pero Robe conoce su potencial y sabe que no corre riesgos al hacerlo. A la vuelta del descanso, la batería marcó un ritmo atronador para comenzar con fuerza la segunda parte. No hizo falta nada más para que el público volviese a meterse de lleno en la actuación. Haz que tiemble el suelo fue la primera tras el receso, y vaya si tembló, especialmente en la coda instrumental, con violín, teclado y guitarra cediéndose el turno. Ese sería uno de los puntos a destacar de la noche, el descomunal trabajo de la banda, capaz de asustar con el rock más embrutecido y de conmover con momentos de insólita belleza.

Otra de las claves fue el carisma de Robe, incombustible guerrero de apariencia frágil y voz de hierro; su sola presencia ya enardece a la muchedumbre sin apenas separarse del pie de micro. Cuando vean a un artista rodeado por semejante aura, no lo duden, tienen delante a una leyenda. Y legendarias son también algunas de sus canciones, como Jesucristo García o Ama, ama, ama (y ensancha el alma), con las que llevaron el pabellón al estado de éxtasis y se despidieron entre aplausos. Bien merecidos los tenían.