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‘Mitoaroa II’, la experiencia inmersiva de ZETAK

La banda de Pello Reparaz ofrece en Illunbe el primero de sus tres espectáculos, vertebrados por música electrónica en euskera y mitos vascos, y con un nivel de producción al alcance de muy pocos en Euskal Herria

Fotos de la vibrante noche de Zetak en Donostia - San SebastiánArnaitz Rubio

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No era suficiente con que Mitoaroa II de ZETAK fuese una experiencia más cercana al espectáculo que al concierto, también debía ser “inmersiva”. A cada espectador de Illunbe se le hizo entrega ayer de unos auriculares por los que debía seguir el show: todo se escuchaba desde ahí. Una vez encendidos los cascos, una voz prometió una experiencia sonora “única”, si el volumen se ponía al máximo, eso sí. La premisa era diferente, desde luego. En cuanto a la escenografía, ZETAK dispuso en el ruedo una estructura de 360º que dividió el espacio en cuartos. Cada uno de ellos contaba con una pantalla gigante para que las 15.000 almas reunidas en la plaza de toros no perdieran detalle.

La historia de Mitoaroa I se situó en 2025. En dicho espectáculo Reparaz era transportado a un universo paralelo al que habían sido desterrados los seres del legendarium vasco. En esta segunda parte, que funciona como una precuela, el líder de ZETAK viaja al pasado, al siglo XV, al momento en el que se produce el cisma y los seres humanos expulsan a los seres mitológicos de esta realidad. 

Tres personas de la grada con los auriculares que se repartieron al inicio del concierto.

Enfundada en un traje de arlequín -el vestuario estuvo a cargo de la ganadora de un Goya Nerea Torrijos-, la actriz Aitziber Garmendia circundó el graderío de la plaza para explicar las reglas del espectáculo y acabó pidiendo una condena colectiva al genocidio cometido por Israel. Mitoaroa II se presentó lleno de crítica social y política, no solo a la masacre de gaza, sino también a la destrucción de la naturaleza, al Capitalismo, al consumo cultural, las incoherencias personales e, incluso, a la Donostia de hormigón que se ha construido en las últimas décadas. “Esto no es un templo, es una herida y bailas sobre ella”, le echó en cara a Reparaz, en determinado momento, Maixux Zugarramurdi, vistiendo un tocado de época. Porque el espectáculo también tuvo mucho de eso, de interpretación al músico navarro, de motivar, incluso, su deconstrucción.

Derrapando en un coche fuera del coso bajó ZETAK y entró a la plaza cantando Errepidean. Quitarse los auriculares demostraba que, efectivamente, en la plaza no sonaba música, aunque todo el mundo cantaba, aparentemente, algo que un observador externo hubiese dicho que era a capella.

Un viaje al siglo XV en el que la Iglesia se abrió paso entre personajes mitológicos.

El nivel de producción fue tan alto, que ese ser que transportó a Reparaz al pasado escaló con uno de los dobles del músico la cúpula de la plaza de toros, todo ellos con imágenes tomadas por dron. Aún más, las pantallas subían y bajaban, al igual que la estructura central que sirvió para elevar a los músicos o a los invitados cuando así lo requiriesen desde la dirección artística.

El actor Javier Botet, con su particular fisionomía y caracterizado como Basajaun, dio la bienvenida al pasado a Reparaz, que se lanzó con Eguzkiloreak, que comparten ZETAK y Neomak, y que inauguró el primer capítulo del espectáculo, que alcanzó las tres horas de duración.

“¿Para qué has venido aquí, Pello? ¿Para ayudar o para ser aplaudido?”, le preguntó un clérigo encarnado por el intérprete donostiarra Josean Bengoetxea. Y como los inquisidores están mal vistos, Illunbe aplaudió a Reparaz, que respondió al sacerdote con Kaliza hau, mientras bailaba acompañado por el cuerpo de danza de Kukai, una de las incontables instituciones culturales que participan en Mitoaroa II. En total 150 artistas acompañaron a ZETAK en este viaje al pasado, mientras que otros 250 fueron necesarios para que la producción, de enorme complejidad técnica, saliese adelante.

Se demostró también en Zu, que Reparaz interpretó por los pasillos de la plaza y fuera. En todo momento, una cámara seguía al artista y a los personajes carnavalescos que se iban sucediendo en escena, llegados de rincones como Uztaritz, Zalduendo y Laguardia.

También hubo momentos para la crítica social y política.

Siguió con Sagarra e Hitzeman, antes de que Reparaz sacase el trombón característico de Vendetta para tocar ciertos pasajes de Akelarretan. Yune Nogueiras entonces, en representación de los seres de leyenda, recriminó al de Arbizu ser un vendido al Iglesia -al sistema-, haber tomado partido por la humanidad, haberse erigido en salvador cuando no deja de ser otro “monstruo”. “Ez zaitzala Marik hemen ikusi”, le advirtió Nogueiras. “Que no te encuentre Mari aquí”.

Tras Hegan, Suziri bi y Non sartu zara, la Iglesia grabó a fuego una cruz en la espalda del músico navarro. Bengoetxea, otra vez al escenario, y con Reparaz desplomado en la lona, con la boca ensangrentada, introdujo Pater Noster, antes de invitar a Fillas de Cassandra a interpretar Anguleele.

Mitoaroa, también un concierto, también una comedia

En su retorno, de apenas 15 minutos y al filo ya de la medianoche, Reparaz volvió con Zertan ari gara, antes de Aaztiyen, el tema que da título a su último disco, que conformó el grueso del setlist durante la segunda parte y que motivó el primer Mitoaroa. Así, el músico dejó claro una cosa: "Mitoaroa no es un hito por ser en euskera. Es en euskera porque no podía ser de otra manera". Le siguió Begi Beltz, también incluida en el último de álbum de ZETAK. Se podría decir que Zein ederra izango den, uno de sus temas más conocidos, hizo que el público se volcaba, pero la realidad es que el respetable entró al espectáculo desde el minuto uno.

Esta segunda parte se asemejó más a un concierto que la primera, aunque es donde se vivió uno de los momentos más surrealistas de la obra. De nuevo con Nogueiras en el escenario, hizo beber a Reparaz de una copa que, aparentemente, lo emborrachó. Calzándose unas gafas con cámaras, por las pantallas pudo verse de forma subjetiva todo lo que el músico observaba. Volvió a salir al exterior y dentro del coche que le había traído le esperaban Antton Tellería, vestido de caballero, y otro cómico, Ignatius Farray, que podía haber representado cualquier ser telúrico. "Bizitzak izorratzen dit bizitza" -"La vida me jode la vida"- repitió varias veces Farray, renombrado este caso como Inaxio. Se sumó Garmendia para asegurar que "Mitoaroa también es una comedia". Todos juntos volvieron a bailar, entre el escenario y el graderío, arriba y abajo, mientras cantaban Itzulera.

Tras un saludo a Kepa Junkera, que se encontraba entre el público, el de Arbizu invitó a Pantxoa eta Pello a cantar Lepoan hartu eta segi aurrera, antes de enfilar el final del espectáculo con otros temas de Aaztiyen: Deskontrola y Aralarko dama.

Con casi todos los personajes en escena, Reparaz, Bengoetxea, Nogueiras y Zugarramurdi fueron atados a un poste mientras un buen grupo de aldeanos portaban antorchas encendidas. Con Hileta kantu nafarra como último tema llegó el momento de prenderle fuego a todo. "Mitoaroa ha venido a hacer historia", aseguró Reparaz. Y no hay duda que, solo a nivel de experiencia, así fue.

Hoy, mañana y ¿’Mitoaroa III’?

Tras el éxito del pasado enero en el Nafarroa Arena, Reparaz ha programado en Donostia tres fechas que se han convertido en el place to be de la música vasca. A la sesión de ayer le seguirán la de hoy y la de mañana. En alguno de esos momentos es previsible el anuncio de un Mitoaroa III, si se atiende a las pistas que la organización dejó entrever en el programa de mano de la primera jornada y el vídeo del final del espectáculo, a lo más tardar, este lunes habrá un nuevo anuncio.

Lo que se sabe seguro es que hoy y mañana repetirá en la capital guipuzcoana y, aunque la sorpresa ya ha sido desvelada, queda tiempo para disfrutar de esta experiencia inmersiva, si ha conseguido entrada, claro.