Cuesta arrancar con los habituales chismorreos de Corazón que presenta desde hace décadas Anne Igartuburu. Ellos prefieren llamar crónica social a lo que toda la vida fue cotilleo. A ver si no cómo nos explican que Anne insinuara sin insinuar que Helena Tablada se había pasado un poco hablando de David Bisbal que por casualidad luego se pasó a la noche por OT para desenfreno de los 18 concursantes. Este año las broncas se están generalizando. Es como si una vez comenzado el programa, los responsable de OT se dieran cuenta de que esos chicos no funcionaban, que no entran al trapo de sus guiones precocinados. Pero ayer la principal novedad estuvo en el estreno por varias cadenas del anuncio de la Lotería de Navidad. Un clásico que viene cada año con el firme propósito de que no dejemos de coger ni un solo décimo que nos ofrezcan y, de paso, hacernos llorar. Algo que, por cierto, casi nunca consigue. Este año afortunadamente el anuncio no alcanza los niveles histriónicos de aquel en el que Montserrat Caballé (que en paz descanse), Raphael (sonriendo y girando siniestramente las manos a la altura de su cabeza), David Bustamante (ya no ha tenido día bueno), Marta Sánchez (¿sería entonces cuando recibió la inspiración para ponerle letra al himno nacional?), todos, además de la Niña Pastori que pasaba también por allí mostraban una sonrisa inquietante a la luz de luna en el pueblo de los manantiales de Buitrago de Lozoya. Aquel anuncio no incitó a la compra de un solo boleto, si no que espantó a la parroquia. Este año han apostado por un clásico. Una versión de Atrapado en el tiempo que conocemos mejor como El día de la marmota. A falta de Bill Murray, el actor teatral Luis Bermejo le pone un poco de oficio a la incitación al despilfarro y pago de impuestos extras que es la jodida lotería de Navidad.