La artillería pesada de los departamentos de marketing y promoción del grupo librero se ha puesto en marcha con el fin de darse bañito de audiencia y pasta gansa, con la oferta de tres productos que pueden barrer el veinte por ciento de la audiencia. 45 revoluciones, Allí abajo y La Voz sustentan la semana de resultados de Atresmedia. La nueve serie 45 revoluciones fue presentada a bombo y platillo, y quedó en mucho ruido y pocas nueces. El primer capítulo de una serie de trece quedó en un quiero y no puedo y al final de los cincuenta minutos de historieta audiovisual la sensación fue de narración agitada, dinámica y bien fotografiada, pero con guion elemental, que no hacía verosímil el triángulo de personajes que deben llevar la narración adelante. La serie recoge aires y modas, escenarios y cuestiones sociales de un momento de la historia del franquismo, los años sesenta y su escenografía musical, en torno a la irrupción de la música pop con Pekeniques, Bravos, Mustang y otros grupos autóctonos que revolucionaron el mundo de las discográficas y los modos sociales de consumir música y revelarse contra un sistema franquista, fascistoide y arcaico que la dictadura pretendió prolongar en el tiempo, más allá de los 40 años de llamada democracia orgánica con su ristra represiva y carcelera. La serie prometía más de lo dado en una presentación con algunos momentos dulces y cuajados como la escena del manager presa del alcohol y fracaso, o la rebelión de la joven burguesita enfrentándose a un matrimonio pactado, arreglado y amañado. La revolución silenciosa de melenudos y seguidores de nuevas canciones frente a las coplas de las glorias nacionales y las canciones de la diva del régimen, la precoz Marisol de azulados ojos; tiempos de protesta y aparición de nuevas formas de sentir vida, sociedad, amor y música. La serie necesita otra oportunidad para asentar caracteres, situaciones y relatos menos estereotipados.