bilbao. Decía con un poco de guasa David Merino en la presentación del Cinco y Medio que desde hacía tiempo vacilaba a Aimar Olaizola: "A ver cuándo nos programan junto, que eres uno de los pocos con los que me queda jugar". Sonreía el joven zaguero de Villar de Torre después de unos meses y una temporada muy complicada. Cuestión de manos, capital en la vida de un pelotari. "Si te duelen, no puedes disfrutar en la cancha", relata. Las cosas son así.
Fue el cambio de un Merino II imperial en el Parejas de 2011, con una zurda de escándalo, de campanillas, que su propio hermano Miguel -también zaguero de Aspe- alaba como "un don" de David, a un pelotari tocado, al que le costaba encontrarse en verano. Quedó fuera de todas las quinielas estivales.
Cuenta el riojano que "tras un festival que jugué a plaza libre el 26 de junio me vinieron unos dolores en la mano derecha que me llegaban hasta el brazo". Fue en Hazparne y David se mezcló con Intxauspe frente a Monce-Amulet con triunfo (30-28). "Durante el encuentro no sentí ninguna molestia, pero al volver en el coche sí que me entraron dolores", manifiesta el zaguero, quien afirma que tuvo un pequeño bache durante el Parejas, pero nada comparado con lo de verano. "Tenía la mano derecha tocada, la sangre no circulaba y no sé si me había tocado algún tendón, porque me subía el dolor hasta el brazo. No podía soltarle a la pelota y me sentía mal", comenta. Y el fantasma del síndrome del dedo blanco se asomó. Ligero. "No era un dolor tan intenso como para no jugar. Yo llegaba bien al partido, me encontraba bien, pero a partir del tanto 10 ya no aguantaba", confiesa Merino II. "Uno así sale a la cancha con la cabeza más puesta en la mano que en el partido, sin confianza". Pidió consejo a Barriola, Irujo, Cecilio, Miguel..., y experimentó con los tacos. Y nada. "Pedro García, el masajista, me ayudó mucho y le estoy muy agradecido, porque lo hemos solucionado", afirma.
Aterrizó en Lekeitio con Yves Xala y se sacó de la chistera un envite duro, de digestión lenta, contra Irujo y Abel en las semifinales de los Sanantolines. Y se liberó. "Tuve buenas sensaciones entonces y en San Mateos me encontré mejor todavía", declara el menor de los hermanos de Villar de Torre, que es claro y admite que "no ha sido un buen verano, ha sido bastante malo, por resultados y por problemas físicos, pero poco a poco he empezado a disfrutar en el frontón". De ahí su sonrisa. "Cuando estás bien estás más contento, más centrado, más tranquilo y eres capaz de disfrutar en la cancha, ganes o pierdas". Así, el domingo comienza su participación en el Cinco y Medio con Aimar. "Es un lujo", cuenta. En el horizonte está el Parejas y un stage de unos meses para prepararlo y "estar lo mejor posible".