lo oímos muy a menudo entre los espectadores de partidos: “El fútbol es para listos”, y la frase se aplica a situaciones muy diferentes, lo mismo vale para alabar a un jugador hábil y oportunista que para justificar caídas fingidas en el área del rival o para dar por buenos esos “desmayos repentinos”.

Las repeticiones televisivas lo dejan muy claro, es frecuente que algunos jugadores se desplomen con las manos en la cara y gestos de inmenso dolor ante la proximidad de un adversario, intentando confundir al árbitro y convencerlo de que han sido agredidos; una vez conseguido su objetivo la recuperación se produce con una celeridad pasmosa.

Es cierto que con ello intentan conseguir una ventaja para su equipo y también es verdad que es función del árbitro no dejarse engañar por sus artimañas, pero la pregunta es: ¿este individuo es un listo? ¿Merece aplauso o reconocimiento esta actitud?

En mi opinión más que al árbitro a quien perjudica es a un compañero de trabajo que lleva la camiseta de otro color, y todavía más al propio fútbol, porque altera la marcha natural del partido; es además un pésimo ejemplo para los niños, que imitan milimétricamente las actitudes de sus ídolos.

Sería deseable que los comités tomaran buena nota de estos comportamientos y aplicaran sanciones públicas y ejemplares para erradicarlos, pero existe una asociación que sorprendentemente no se suele dar por concernida en estos temas y que tiene entre sus fines velar por la imagen del futbolista y defenderlo: me estoy refiriendo a la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), a la que pertenecen tanto los “listos” como los menos “listos”; no estaría de más que contuviera tanta “inteligencia” desaprovechada.

Estos listos están de sobra en el fútbol y no solamente en el fútbol.

El autor es vocal de Capacitación del Comité Navarro de Árbitros de Fútbol.