En el ámbito del deporte, es muy curioso este país en el que nos ha tocado vivir. Parece ser que cuanto menos se programa más exitos llegan. Al menos eso dice nuestra historia reciente. Y es que cuando muy poca gente había cogido una raqueta (años 60) apareció Manolo Santana ganando Wimbledon y Roland Garros entre otros torneos. Ángel Nieto consiguió 13 títulos mundiales cuando casi nadie tenía moto (su primer GP fue en Alemania 1969). En un país en el que las piscinas se utilizaban para refrescarse en verano, apareció la selección de waterpolo y ganó la plata en Barcelona 92 y el oro en Atlanta 96. Además, su líder, Manel Estiarte, fue considerado como el mejor jugador del mundo en varias ocasiones. Pero es que Carolina Marín es la mejor jugadora del mundo de un deporte (bádminton) que a muchos ni les suena. Por no hablar de Severiano Ballesteros, una figura del golf nacido en un país sin apenas campos en los años 70. Y para terminar, Joan Llaneras fue campeón de ciclismo en pista (2 oros olímpicos y 7 títulos mundiales) en un país en el que las bicis no entran a los velódromos ni por error.

Las oportunidades hay que saberlas aprovechar. Desconozco si las federaciones aprovechan el tirón de un campeón como los citados para promocionar su especialidad. Bueno, creo que definitivamente no. Al menos, en lo que al tenis respecta, el fenómeno Nadal no se ha sabido explotar. Y ya se nos ha hecho de noche. La imagen de Nadal podría haber acompañado a la promoción del tenis en el colegio, a la gestión y compra de un torneo grande que diera ingresos para el tenis de aquí, a la celebración de cursos, simposiums y jornadas de formación para entrenadores y coaches, a la mejora de estos cursos, a la instauración de centros de alto rendimiento y, en definitiva, a la creación de un estilo de trabajo propio de nuestro país. Por razones desconocidas, no se han aprovechado estos casi 20 años de éxitos, años en los que el tenis español ha estado de moda y en primera plana de todo el mundo.

Hace muchos años, cuando la Real Federación Española de Tenis (RFET) convocaba un Simposium internacional, acudíamos unos 300 profesionales con ganas de aprender, de formarnos, de hablar de tenis hasta aburrirnos. Al cabo de unos años he asistido a simposiums con 30 asistentes… No es que no haya interés, es que no hay ayudas, los clubs no dan facilidades a sus entrenadores y la RFET no hace nada por convencer a presidentes y directivos de clubes de que la cultura de sus profesionales es una buena inversión de presente y de futuro. Una pena.

En un Simposium que se celebró hace años en Valladolid, nos visitó una técnica de la Federación Francesa de Tenis (FFT) que nos explicó todo lo que hacían en el país vecino y cómo estaba todo estructurado. Desde benjamines (sub-10), los chicos y chicas competían en fases de club, después locales, departamentales, para llegar en agosto al gran torneo nacional, que se celebra en el estadio Roland Garros. Y todo esto, acompañados por técnicos que la FFT ponía a disposición de los jugadores y que, por supuesto, pagaba. La FFT tiene el torneo de Roland Garros en propiedad y de ahí le vienen todos los ingresos que necesitan para llevar a efecto proyectos como el mencionado y otros muchos.

El día siguiente, la señora francesa se sentó en mi mesa a la hora del desayuno y me habló de la cantidad de buenos jugadores que tenía España en el Circuito, que salían cada vez más y que eran muy buenos profesionales. Y me preguntó: “¿A qué se debe el milagro del tenis español?”. Y yo le contesté: “Pues a eso; a un milagro”.

El autor es entrenador nacional de tenis.