parís - Rafa Nadal conquistó ayer su duodécimo título de Roland Garros, al derrotar al austriaco Dominic Thiem, por 6-3, 5-7, 6-1 y 6-1, y se convirtió así en el jugador que más veces ha repetido triunfo en un mismo Grand Slam.

Quince años después de su primera victoria sobre la tierra batida de París, Nadal necesitó de tres horas y un minuto para escribir una nueva página de su legendaria historia.

Con este triunfo, el español supera a la australiana Margaret Court, que había ganado once veces el Abierto de Australia. Nadal suma ya 18 títulos de Grand Slam, dos menos que el suizo Roger Federer, el hombre récord en este apartado.

El español conquistó su duodécima Copa de los Mosqueteros ante Thiem, el mismo rival del año pasado, el tenista que todos describen como su heredero por lo bien que se mueve sobre la tierra batida.

Si el año pasado no logró arrancarle un set, en esta ocasión el austriaco demostró que ha dado un paso más para acercarse al rey de la tierra y se apuntó una manga. Su tenis ha cobrado peso y solidez, como demostró en semifinales al vencer a un Djokovic que luce el número 1 del mundo.

Pero Thiem aún está lejos de un Nadal que sobre la pista central de París cobra una dimensión casi mística. Su tenis es sublime, controla todos los elementos del juego y, como demostró en semifinales contra Federer, es capaz de domesticar hasta a un vendaval.Nadal ha dejado su huella en tres lustros de este torneo, donde solo ha perdido 2 veces y ha ganado 93 encuentros. Cierto que Thiem afrontó el duelo con más fatiga, obligado a jugar cuatro días seguidos por las inclemencias del tiempo que respetaron a Nadal. Pero eso, por si solo, no explica su segunda derrota en la final contra el español.

Como el año pasado, Thiem entró con brío, deseoso de tratar de tú a tú al dueño del lugar. De su raqueta salía dinamita, respondida por la pólvora del español, lo que se plasmó en una primera manga intensa y lúcida. Nivel de diez, dos titanes con armas diferentes, cada uno poniendo sobre la arena sus mejores argumentos. Fiel aprendiz de su maestro, el austriaco pareció Nadal por momentos. Devolvía esas bolas que normalmente sirven para ganar un punto y que, remitidas al otro lado de la pista, se convierten en regalos envenenados, porque a nadie le gusta tener que ganarse dos veces lo que ha costado tanto conseguir una.

Thiem se convirtió en un muro ante el que la pólvora de Nadal parecía mojada. Se colocó con ventaja 3-2 y saque, mientras la Philippe Chatrier comenzaba a relamerse pensando que al fin tendría una final disputada.

Pero Nadal no tardó en reaccionar, con bolas más profundas recobró la iniciativa del partido, recuperó el servicio y con una serie de cuatro juegos seguidos ganados colocó la contienda de su lado.

Nadal bajó el pistón y se vio sorprendido en el duodécimo, en el que cedió el servicio y el set. El primero que le arrebataba Thiem en cuatro duelos en París. El primero que perdía el español en una final en Roland Garros desde 2014. Resultado, 16 puntos a uno, dos roturas de servicio y 4-0. Tortazo en la moral de Thiem que cedió el set ganando solo siete puntos. - Efe