l año más difícil para el golf mundial concluyó la semana pasada en Dubái donde Matthew Fitzpatrick ganó el DP World Championship y Lee Westwood se coronó con 48 años en un final emocionante como ganador del Circuito Europeo y sucesor de Jon Rahm, que no pudo defender su título por culpa de la pandemia que ha puesto en riesgo a un deporte de alta demanda económica y que ha sufrido al mismo tiempo que muchos de sus patrocinadores. El tercer triunfo del veterano inglés en el circuito, veinte años después del primero, no hizo más que poner colofón a un curso extraño, con ganadores de todo tipo y cada vez más jóvenes. De hecho, once de los vencedores en el Circuito Europeo no habían nacido en 1994 que es cuando Westwood debutó.

En la segunda mitad de 2020, la temporada fue salvada tras el confinamiento gracias a la cintura de los dirigentes de los dos circuitos, que ante las dificultades se han dado cuenta de que la unión hace la fuerza. Así, el PGA Tour y el European Tour han suscrito una histórica alianza que les refuerza a ambos ante los retos aún latentes de la pandemia y, sobre todo desde el punto de vista de los americanos, les permite desactivar la amenaza de esa Premier League que quería poner en marcha el dinero saudí y que ni siquiera ha echado a andar. El PGA Tour se ha hecho con un pedacito de la propiedad del circuito europeo, que a su vez recibe el apoyo económico y de explotación comercial de sus homólogos del otro lado del Atlántico y cede parte de los ingresos por los derechos televisivos de la Ryder Cup, su gran tabla de salvación cada dos años.

En lo deportivo, hay muchos aspectos por concretar, pero se espera una mayor presencia de los jugadores americanos en Europa, algo a lo que hasta ahora eran reticentes, y que el PGA Tour pueda penetrar de forma decidida en los países del Golfo Pérsico. Muchos han querido comparar el escenario surgido con lo que la ATP en el tenis, pero el golf explota los diferentes estilos de cada circuito, en juego y recorridos, y esas peculiaridades lo hacen atractivo a ojos del espectador.

La pandemia ha alterado muchos planes, ha puesto en riesgo la continuidad de muchos torneos, pero se espera que en 2021 regrese la normalidad. Con los protocolos sanitarios ya muy rodados y los calendarios reconstruidos, todo se dará por bueno cuando el público pueda volver a los campos. Jon Rahm se ha quedado en 2020 sin poder defender sus títulos del Zurich Classic, el Open de España, el Irish Open y Dubái, pero cosechó dos victorias de prestigio en The Memorial y el BMW Championship, llegó al número 1 del mundo y ha sido el tercer jugador con mayor cantidad de puntos cosechados para el ranking solo por detrás de Dustin Johnson y Justin Thomas, según las cuentas del experto tuitero Nosferatu.

Tras tomarse un largo descanso después del Masters, el de Barrika ya ha anunciado que en este nuevo año, en el que será padre, va a estar muy ocupado con los palos en la mano. Volverá a la actividad en el Sentry Tournament of Champions de Hawái entre el 7 y el 10 de enero y, aunque no se ha confirmado todavía de forma oficial, los rumores hablan de que lo hará con nuevo material ya que cambiará Taylor Made, que ha retirado la imagen del de Barrika de la felicitación navideña, por Callaway.

De menos a más, la primera cita de entidad será el WGC México del 25 al 28 de febrero y a partir de ahí, sus principales objetivos, que siempre pondrá por detrás de asistir al parto de su mujer Kelley, serán como siempre los cuatro majors, que vuelven a su ubicación habitual en el calendario, y en 2021, además, los Juegos de Tokio a finales de julio y la Ryder Cup de Whistling Straits a finales de septiembre. Para ambos eventos tiene Rahm su plaza asegurada, algo que no es sencillo en un deporte con una competencia altísima y que puede estar a las puertas de una nueva era, si se confirman las expectativas de ese acuerdo entre los dos circuitos principales.