PAMPLONA / MADRID. El histórico frontón Beti Jai ha renacido tras un siglo de abandono. Un lugar único que fue dejado a su suerte y que ha sido restaurado. Cien años después de que la pelota dejara de golpear contra la piedra, el único frontón que queda en el centro de Madrid ha vuelto a abrir al público. Lo hizo durante una mañana de puertas abiertas con cientos de asistentes en la que el Ayuntamiento saliente quería mostrar al público el resultado de las obras de recuperación de este edificio que hace unos días cumplió 125 años desde su inauguración.

El resultado es sobrecogedor. Impresiona el tamaño del espacio (una cancha de 67 metros de largo por 20 de ancho) y la belleza de las arquitecturas de hierro que sostienen los laterales, iluminadas de blanco. Entre las mejoras que han añadido las obras se encuentra el establecimiento de un sistema de drenaje bajo el suelo de la cancha para contener las humedades y la acumulación de agua.

Hubo un tiempo en el que la pelota golpeaba su frontis todos los días. Gentes de todos los estratos sociales de Madrid abarrotaban sus elegantes gradas y las apuestas caldeaban el ambiente en una época en la que el fútbol todavía no se había entronado como deporte rey. De eso hace ya mucho tiempo.

El edificio está a salvo. Ya no son una amenaza iniciativas como la que estuvo a punto de acometerse hace unos años, que contemplaba levantar allí un hotel, proyecto que no prosperó. Ahora queda por ver si en este frontón volverá a estallar el sonido seco y alegre de la pelota contra la pared. La declaración como BIC fue toda una satisfacción para la plataforma Salvemos el frontón Beti-Jai constituida por vecinos de Chamberí, expelotaris, arquitectos y demás ciudadanos que llevan años trabajando para que se recupere este espacio. "

Es una construcción preciosa, de hierro, toda desmontable. Es un precedente de la construcción industrial", explicaba a DIARIO DE NOTICIAS Vicente Patón, arquitecto y miembro de la Plataforma. Pero las inquietudes de esta asociación van más allá. Y es que ellos quieren que se recupere el Beti-Jai, pero también que se respete el juego de pelota. Esta plataforma se congratula de la protección que ha obtenido el frontón madrileño, pero se mantiene expectante ante los posibles proyectos que puedan presentarse, y no se cierra a que tenga también otros usos, siempre que se respete aquel para el que fue concebido.

UNA ÉPOCA DORADA A la espera de un futuro digno para el Beti-Jai, queda rememorar un pasado fugaz pero brillante. Este frontón de estilo neomudéjar fue construido entre 1893 y 1894 de la mano del empresario José Arana, que se lo encargó al arquitecto Joaquín Rucoba, artífice de edificios como el Teatro Arriaga o el Ayuntamiento de Bilbao.

Fernando Larumbe es un expelotari afincado en Madrid que recopila en su biblioteca miles de libros y documentos relacionados con la pelota, y que pertenece a la plataforma Salvemos el frontón Beti-Jai. Larumbe afirma que este frontón surge en un momento "determinante", marcado por "la institucionalización del frontón como industria". "Los frontones se convierten en objeto de negocio, en un producto económico", explica. Así, los grandes frontones funcionaban como centros de espectáculo deportivo, que tenían a sus respectivos cuadros de pelotaris contratados, casi todos procedentes del País Vasco.

Estos eran móviles y se traspasaban de una empresa a otra, de manera que no faltaban los piques cuando un frontón conseguía hacerse con la figura del momento. "En aquel entonces a los pelotaris se les comparaba con los mejores toreros de la época", explica Larumbe. "Su prestigio estaba en boca de todos y salían en las revistas del momento. Las estrellas eran las que atraían al público", añade.

Donostia, Bilbao, Madrid o Barcelona eran algunos de los puntos calientes de los amantes de este espectáculo en aquella época. De hecho, el Beti-Jai coincide en Madrid con otros tres grandes frontones de su estilo, que sumaban 12.000 localidades para una población de medio millón de habitantes, que era lo que tenía la villa en aquel momento. El Beti-Jai ofrecía partidos todos los días, y conseguía llenar sus casi 4.000 asientos.

Hay que tener en cuenta que en el Madrid de aquellos tiempos, la pelota era una de las pocas alternativas de ocio, junto al teatro, la ópera o los toros. Y además estaba el fundamental atractivo de las apuestas. El Beti-Jai se inauguró en 1894, concretamente el 29 de mayo, con un festival que se extendió a lo largo de tres jornadas. El cartel anunciaba un primer partido en el que Portal y Pasieguito se enfrentaron a Beloqui y Taudilero.

El segundo día, Gamborena, Chitivar y Barriola jugaron contra Elicegui, Zurdo de Abando, y Cosme. Y el tercer día, fueron Portal y Chiquito de Abando quienes se vieron las caras con Beloqui y Pedrós. Indalecio León Zarasqueta, el célebre Chiquito de Eibar llegó a ser intendente de este frontón, después de triunfar como pelotari por canchas tanto estatales como argentinas. En el Beti-Jai se jugaba a la modalidad denominada punta-volea, que contaba con una cesta sin curvatura prácticamente, lo que hacía que la pelota rebotara de la misma.

Era el denominado joko garbi, que poco a poco fue sustituyéndose por la cesta punta, con una cesta más curva, que exige retener la pelota. Esta evolución técnica y de herramienta generó mucha controversia en las gradas. "La bronca viene reflejada en las crónicas de la época, que narraban los silbidos del público porque no admitían que los jugadores prostituyesen el juego reteniendo la pelota", narra Larumbe.

CARENCIAS TÉCNICAS Curiosamente, y a pesar de ser considerada en la época como la Capilla Sixtina de la pelota, técnicamente tenía importantes carencias. "El suelo no botaba bien y del frontis tampoco salían bien las pelotas. De hecho había quejas de los pelotaris y del público porque técnicamente no estaba bien resuelto", explica Larumbe.

Ajetreo, vida social y apuestas hervían en este frontón que, además de albergar festivales por la tarde, se alquilaba a particulares por la mañana y las clases acomodadas celebraban sus competiciones que luego salían reflejadas en las crónicas sociales del momento. El Beti-Jai también fue célebre por una curiosidad: su marcador eléctrico, algo excepcional en aquellas épocas. "Todos hablaban de ello en la prensa", narra Alberto Tellería, arquitecto y miembro de la plataforma Salvemos el Beti-Jai.

"Hay una anécdota, y es que falló el número de la lotería por un error y los periódicos decían: ¿Por qué no ponen un marcador eléctrico, como en el Beti-Jai?", explica riendo. El ocaso del Beti-Jai llegó con la prohibición de las apuestas y por el exceso de oferta, que era insostenible. "Además, el Beti-Jai tuvo enseguida un problema, y es que nunca se cubrió. Madrid comenzó a llenarse de frontones cubiertos lo que hizo que este fuera menos rentable y que entrara en una decadencia relativamente temprana", explica Tellería.

En 1919, solo 25 años después de su inauguración, se tiene noticia de la concesión de una licencia para construir en la cancha 21 cabinas para garajes de coches. A partir de ahí, el Beti-Jai pasa a tener los usos más inverosímiles: garaje, cárcel para presos políticos a principios de la Guerra Civil, taller de objetos de escayola y cartón-piedra, vivienda de corralas, garaje... Paradójicamente, este triste devenir es lo que ha permitido que se mantengan las características del edificio. "Es lo que permitió conservarlo", explica Tellería. "Porque si se hubiera seguido usando como frontón se habría ido modernizando: habrían cambiado los palcos, la decoración, habrían puesto techo...".

Hubo veinte grandes frontones en Madrid. Actualmente solo queda el Beti-Jai. Queda esperar. Y cruzar los dedos para que la cesta vuelva a cortar el aire en el barrio de Chamberí que todavía alberga el alma y el porte de los mejores frontones.