“en San Adrián, solo dos jóvenes hemos decidido trabajar en el sector primario; por ese motivo, resulta imposible compartir inquietudes laborales con personas de tu edad en la localidad”, explica Miguel Arriezu Jiménez, viticultor de 24 años, que relevará en la explotación de vid, calificada con la Denominación de Origen Rioja, a su padre Javier, socio de la bodega cooperativa del municipio. El año pasado participó en el curso sobre agricultura para la iniciación de jóvenes, impartido por Intia. Tras concluir esta formación en diseño de explotaciones, cooperación, diversificación del negocio, innovación, contabilidad y autoestima en el medio rural, responsables de la empresa pública comunicaron a Miguel Arriezu que su perfil encajaba para apuntarse a un campus de jóvenes organizado por la Unión de Cooperativas Agroalimentarias de Navarra (UCAN).

En la segunda edición de esta iniciativa, celebrada entre el 28 de febrero y 1 de marzo, acudieron una treintena de jóvenes dedicados a la agricultura o ganadería. “En ese momento, compruebas que hay personas de tu edad que se encuentran en tu misma situación, con las que compartes experiencias, preguntas y respuestas”, detalla Arriezu. Además, “enseñan a cooperar y trabajar como personas”, añade. Itxaso Iriarte Irazoki, de 25 años y Grado Medio en Comercio, también participó en el campus y coincide con la lectura del viticultor de San Adrián. Ella forma parte del 26% de mujeres jóvenes que ha optado en los últimos años por una explotación ganadera en la Montaña navarra; en su caso ha continuado los pasos de su padre Alfredo en la granja avícola Kaxerna, situada en Santesteban/Doneztebe, a cuatro kilómetros de su residencia en Narbarte. “Valoro el contacto que he conseguido con otros jóvenes por medio de este campus. Intercambiamos ideas e intentamos buscar soluciones para solventar dudas semejantes”, confiesa Itxaso Iriarte, que representa junto a su hermano Julen, la segunda generación del negocio de gallinas de puesta, que trabaja con el Grupo AN. Cristian Martínez Pérez, de 29 años y agricultor de extensivo y alimentos para congelados en la cooperativa familiar Figueras, comparte la opinión de que “por medio del campus uno comprueba que no está solo en el sector; además se muestra cómo es el modelo cooperativista de una manera amena”. Este tudelano asistió a la primera edición de la iniciativa de UCAN en Casa Gurbindo.

Los tres lamentan, a su vez, no haber podido apuntarse al Primer Congreso Europeo de Jóvenes Cooperativistas, celebrado en marzo en Valencia y organizado por las Cooperativas Agroalimentarias de España y por la Confederación de Cooperativas Agroalimentarias de la UE, con la asistencia de 300 personas de países como Estonia, Francia, Bélgica, Polonia, Suecia y España.

El encuentro analizó las preocupaciones de quienes representan el relevo generacional de las cooperativas -constituidas por socios y socias que acuerdan de manera democrática el sistema de administración y gestión de estas organizaciones, basado en la economía social en el que el centro son las personas, y que aportan acceso a servicios, asesoramiento y formación-. Los jóvenes manifestaron su preocupación por la rentabilidad de las explotaciones y dijeron que encuentran barreras en el apoyo financiero para comenzar una actividad, que detectan falta de servicio o limitaciones tecnológicas en el medio rural y que rechazan la actual Política Agraria Común (PAC), basada en el reparto del pago de las ayudas directas en derechos históricos adquiridos por agricultores y ganaderos, ya que no favorece el relevo generacional. La consejera de Desarrollo Rural del Gobierno de Navarra, Isabel Elizalde, y los agentes del sector en la Comunidad Foral defienden que la nueva PAC suprima esos derechos históricos, que reconozca al profesional y que confeccione un presupuesto fuerte.

Cristian Martínez considera que “es complicado empezar de cero en el sector, debido al gran desembolso económico que requiere”. Ante esta situación defiende “la importancia de fortalecer las empresas existentes”. Itxaso Iriarte considera excesiva la burocracia que deben cumplir para el desarrollo de su actividad y destaca las inversiones prolongadas que requiere el negocio. Miguel Arriezu rechaza el estigma social que, a veces, perdura sobre el sector. “En un principio, probé otros trabajos, pero sentía que echaba de menos el campo, hasta que me di cuenta de que me gustaba la viña”, confiesa. Además, Martínez cree que “la sociedad no valora el trabajo de agricultores y ganaderos, porque la alimentación no es una preferencia para muchos ciudadanos que priorizan los viajes, cambiar de coche o de teléfono móvil”. Además, a pesar de que puede haber limitaciones tecnológicas en los pueblos por carecer de conexiones o coberturas adecuadas, ante la falta de rentabilidad para los operadores; la digitalización, que fomenta la competitividad, reduce costes de producción y favorece una actividad agraria más sostenible y medioambiental, no supone una dificultad añadida para Cristian, Itxaso y Miguel. “No resulta complicado afrontar la digitalización en la agricultura y ganadería, porque nuestra generación ha nacido con ella; no así la de nuestros padres”, destaca Arriezu.

estabilidad

Las cooperativas

Servicios, asesoramiento y formación

Sus progenitores han inculcado a estos jóvenes desde la infancia el espíritu cooperativista. Víctor y Cristina a Cristian. “Nos han enseñado a trabajar”, confiesa el agricultor tudelano. Itxaso considera a sus padres, Alfredo y Eva, “profesores” que le instruyeron a “cuidar los animales” y que infundieron “por igual” a ella y a su hermano Julen el desarrollo de las laborales en la granja. Miguel también indica que nunca en su casa ha habido “distinción” con su hermana Isabel y que iban los dos con sus padres, Javier y Ana Rosa, a la viña, a los almendros o frutales. Estas familias siempre han estado vinculadas al modelo defendido por UCAN, organización que aglutina 130 cooperativas con casi 1.207 millones de facturación.

Los participantes en el Primer Congreso Europeo de Jóvenes Cooperativistas, en Valencia, coincidieron en señalar que las cooperativas deben ayudar a las nuevas generaciones con los costes necesarios para poner en marcha una explotación; a facilitar la compra de tierras, con financiación; a asesorar y a formar. Además, las cooperativas reducen los costes de producción, obtienen inputs más baratos, acceden a más servicios y destinan más fondos a la innovación. “Y aportan seguridad al cobrar, vital para la continuidad de nuestros negocios en los pueblos. En mi caso, el Grupo AN garantiza la trazabilidad del producto y el abono de las facturas”, manifiesta Itxaso Iriarte.

Además, la formación continua en el sector no es una alternativa sino una obligación, reiteran estos tres jóvenes. Cristian estudió un Grado Superior de Delineación en Zaragoza para trabajar en la construcción y cuando concluyó, comenzó la crisis. “En ese momento, decidí adentrarme en el negocio familiar y ahora si pudiera retroceder en el tiempo, estudiaría ingeniero agrónomo o economista, porque dirigimos empresas agrarias”, detalla Cristian Martínez, y suscriben tanto Itxaso Iriarte como Miguel Arriezu. Los tres suelen asistir a diferentes cursos y muestran su compromiso con UCAN para asegurar el relevo en sus órganos rectores. “Es nuestra obligación”, dice Cristian.

promoción

‘Agroalimentador@s’

Presentación oficial en el Congreso Europeo

Este joven tudelano participó con tres profesionales más en el vídeo impulsado por UCAN para fomentar el cooperativismo entre los jóvenes, titulado Agroalimentador@s y proyectado en el Congreso. “Yo quiero vivir siempre en Tudela, ubicada cerca de Pamplona, Zaragoza y Logroño. Disponemos de todos los servicios y para mí trabajar en el campo es oro”, confiesa. Itxaso Iriarte también imagina su futuro en Narbarte. “En el valle disponemos de todos los servicios; solo pido mejorar la atención médica”, indica esta joven. “No notamos el despoblamiento, porque aquellas personas vecinas empleadas en otro lugar, como Pamplona, deciden desplazarse en coche desde Narbarte hasta el centro de trabajo diariamente”, cuenta. En cambio, Miguel Arriezu no descarta trasladarse a Pamplona a vivir porque “apenas está a una hora de San Adrián” y esa distancia no es problema para gestionar la explotación.

Los tres afrontan con ganas los retos en sus negocios familiares, cuya progresión vivieron desde la niñez. “Mi padre me dejaba debajo de las cepas emparradas y yo comía uva mientras vendimiaban”, relata como uno de sus mejores recuerdos Miguel Arriezu. “Al salir de la escuela, mi hermano Julen y yo íbamos a la granja, y allí comenzó mi vínculo con los animales, que me encantan”, repite Itxaso Iriarte. “El campo era mi guardería durante los veranos”, rememora Cristian Martínez, que acaba de ser padre, junto a su pareja Maite, de un hijo llamado Lucas. “Me gustaría que él también fuera agricultor”, concluye.