Andra Mari Ikastola abarca alumnado de Hiriberri, Ihabar, Irañeta, Uharte Arakil, Arruazu, Lakuntza, Arbizu, Unanu, Dorrao, Lizarraga, Etxarri Aranatz, Lizarragabengoa, Bakaiku e Iturmendi, 402 alumnos y alumnas en total, entre los que están Mara y Eki Leiza Ruiz de Alegría, de 8 y 7 años respectivamente. Son nietos de Patxi Leiza Berastegi, una de aquellas personas que hicieron frente a muchas dificultades para sacar adelante un proyecto que mantiene su esencia, el compromiso con el fomento del euskera y la cultura vasca en auzolan. 

Este arbizuarra de 76 años fue uno de los impulsores de la ikastola de Arbizu, que se puso en marcha en 1974 con 8 alumnos y alumnas. “En Arbizu los niños hablaban euskera y algunos no veían la necesidad de una ikastola. El primer reto fue vencer esa dinámica. Había que venderla de otra forma, que no era solo aprender euskera sino aprender en euskera. Y costó”, recuerda casi medio siglo después. También cuenta que había muchas dudas en las familias por cuestiones como la cartilla de escolaridad. “Habíamos vivido el problema que arrastraba Etxarri para acceder a las cartillas. Aunque todavía no estaban implantadas, había cierto camino andado”, apunta, al tiempo que destaca la implicación de ocho familias que apostaron por la ikastola. 

Al igual que hicieron antes padres y madres de Etxarri, Altsasu y Lakuntza, los de Arbizu también tocaron la puerta de la Institución Príncipe de Viana. “Estaba José Mari Satrustegi y Juan Andrés Ciordia, entre otros. Príncipe de Viana financiaba en torno al 60% de los salarios de las andereños y resto con aportaciones”, explica. 

Peregrinaje

La primera gela estaba en el centro del edificio de las escuelas, que en aquellos años era la biblioteca. Aunque contaban con la autorización de una profesora, cuando la Diputación de Navarra supo de la existencia de la ikastola, le llamó la atención. Así, al curso siguiente se trasladó a la casa parroquial, donde estuvieron un año. Si bien uno de los principales objetivos era contar con unas instalaciones adecuadas y fijas, costó llegar a una estabilidad. El tercer año fue el tercer traslado, esta vez a Mieltxonea, un local particular con dos aulas en el que estuvieron otro año. De allí fueron a un piso de la calle Akarruntza y después al edificio que ahora ocupa Aldabide elkartea, cedido por Caja Navarra. El número de matrículas iba en aumento y dada la necesidad de más aulas, fueron al Ayuntamiento, a la antigua cárcel y otra sala en el primer piso. Unos años después se trasladaron a su sede actual, sobre Aldabide, donde se imparte Infantil. 

Pero la precariedad continuaba en la EGB. En un principio se acudía a Altsasu y después a Etxarri, con sus propios peregrinajes. “En Arbizu comencé encima de la sociedad y terminé allí pero cuando llegamos a Etxarri estuvimos primero en el Ayuntamiento, después en la biblioteca y al final en las antiguas escuelas. Andábamos de aula en aula”, comenta Asier Leiza Razkin, de 46 años. 

Cada traslado representaba un trabajo extra, con obras que se hacían en auzolan para que fueran unas instalaciones dignas. “Había mucho albañil, electricistas... cada uno hacía lo que podía”, recuerda Patxi Leiza. También suponían un desembolso económico, con tómbolas, txosnas y venta de lotería, entre otras iniciativas para su financiación, sin olvidar la celebración de los Nafarroa Oinez, que suponen un empujón.

Así, con mucho trabajo detrás y mucha ilusión, Andra Mari Ikastola consiguió esa ansiada estabilidad, con unas instalaciones punteras, sobre todo en el centro de Utzubar Txiki, al que acude alumnado de Infantil y Primaria, donde es el encuentro con los Leiza, que se muestran orgullosos de los logros conseguidos. “Los inicios fueron duros. Hubo muchos quebraderos de cabeza pero se olvidan”, cuenta el padre. 

Su hijo destaca el papel de las ikastolas, tanto en su día a la hora de conseguir una educación en euskera, como en la actualidad. “Reclamamos la oficialidad del euskera en toda Navarra. Todavía hay sitios en los que no se puede estudiar en esta lengua y las ikastolas están ahí pero necesitan del apoyo de la red de Euskal Herria para salir adelante”, destaca. Por ello, tenía claro que sus hijos siguieran sus pasos. “En la enseñanza pública el modelo D depende de los políticos de turno. Es necesaria esta palanca”, observa.

En su opinión, el euskera está retrocediendo y necesita más apoyo que nunca. “Nuestros hijos e hijas no ven dibujos animados ni programación infantil en euskera porque en Navarra no se capta ETB3. Los contenidos de las pantallas que consumen son sobre todo en castellano. Al fin y al cabo, es una lengua que hablan 500 millones de personas”, apunta.

Organización del Oinez

Este es su primer Nafarroa Oinez como padre y se ha metido de lleno. No en vano, preside la comisión de personal, una de las 15 en las que se ha estructurado la organización. “Para el domingo hay organizados 1.000 turnos. Alrededor del 40% se ha cubierto con las familias de la ikastola y el resto con personas voluntarias de la red. Hay muchas ganas y muy buen ambiente. No hay ni que pedir ayuda. Hay personas que han cogido vacaciones estos días para trabajar en el Oinez”, destaca. Lo cierto es que se muestra encantado con la experiencia, sobre todo por el reencuentro de viejos amigos con los que había perdido relación y también por las nuevas amistades que surgen. Mientras, su padre se muestra maravillado del trabajo que realiza la organización. “Es impresionante todo lo que mueve. Hay un cambio bestial de cuando empezamos”, apostilla.