El gobierno de Arabia Saudita quiere que su liga de fútbol sea una de las más potentes del mundo, a la altura incluso de las cinco grandes –Inglaterra, España, Alemania, Italia y Francia–, y su modo de intentarlo es muy sencillo: insuflarle petrodólares para comprar a los mejores jugadores. De momento solo lo está consiguiendo con viejas glorias o con jugadores ya cerca de su ocaso deportivo, pero si siguen pagando así de bien no tardaremos en ver allí a futbolistas en su plenitud deportiva. Y todo ello en un país que apenas va a los estadios, porque le aburre el fútbol –los casi 300.000 asientos de sus nueve principales estadios tan solo acogen de media por partido de Liga a 108.000 espectadores, poco más de un tercio de los aforos–. Y qué más da, si tienen petrodólares para darse todos los lujos que quieran, incluida una liga de fútbol. Pero, que sepamos, los deportes crecen siempre de abajo arriba. A ver cuánto les dura el capricho.