Lleva 40 años de oficio (37 en la compañía Tanttaka?), así que ha visto muchas cosas, aunque no como esta. No está seguro de que la crisis sanitaria haya reactivado la creatividad, aunque sí la difícil situación por la que van a atravesar muchas familias ligadas al mundo de las artes escénicas. "Igual que en otros sectores, solo que el nuestro no se considera esencial", dice. Es un hombre con muchas tablas que empezó como actor y se formó en artes corporales, pero que muy pronto, y con una mirada global, encaminó sus pasos hacia el guion, la dirección y la producción. Está acostumbrado a convivir con la incertidumbre, pero reconoce que su oficio también le da muchas satisfacciones y que una vez que pruebas su veneno, es imposible desprenderte de él.

Han pasado dos meses desde que empezara el estado de alarma pero parece mucho más tiempo, ¿no?

Sí, una eternidad. Recuerdo que el 11 de marzo estrenamos en el Teatro Arriaga de Bilbao un espectáculo, dentro del programa Loraldia, titulado Iparragirre, biotzeko Jose Mari. Fue lo último que se hizo en ese teatro, porque el 14 todo terminó. Antes, el día 8, tuvimos que suspender la función de Urretxu (Gipuzkoa), porque había aparecido un caso en el municipio.

Y muchos proyectos habrán quedado en la nevera.

Estábamos preparando la adaptación de una novela, La dama de seda, que se estrenaba ahora, a mediados de mayo, en una sala del Victoria Eugenia en euskera y castellano. El día que empezábamos a ensayar todo quedó parado y allí sigue todo. También tenía entre manos una comedia, El secreto, que tenía que haberse puesto en escena el 5 de este mes y tampoco se sabe cuándo vamos a poder retomarla. Qué voy a contar, que tengo un montón de agujeros y estamos a la expectativa de otro proyecto que es para julio, cinco semanas en el Teatro Alcázar con Deje su mensaje después de la señal.

La vida patas arriba...

Y que lo digas, tenemos un roto importante en nuestras vidas laborales que, al final, también son nuestras vidas personales. Conozco compañías que están en nuestras mismas circunstancias o peores, gente a la que se le han caído proyectos en Nueva York, en San Francisco€ Son giras que cuestan más de dos años organizar y de la noche a la mañana te quedas sin nada. En el sector, y supongo que en otros también, estamos en shock porque no vemos la salida. La angustia de no saber cuándo se va a poder ir a las salas es algo tremendo. Todo el sector de las artes en vivo estamos en vilo. Espero que las librerías superen este bache y que los rodajes se reanuden.

"Ganar un euro es muy difícil y perder 200.000 relativamente fácil"

Para ustedes, la incertidumbre es algo a lo que están muy habituados.

Sí, por supuesto que estamos acostumbrados, pero ahora la incertidumbre resulta muy amenazante. La incertidumbre es mi pareja habitual de baile, pero ahora resulta una pesadilla.

¿Cuántos años lleva bailando con ella?

Ha habido épocas en las que era algo más llevadero porque el baile tenía un ritmo más acompasado, pero siempre es un mundo difícil. Llevo unos 40 años de profesión, y solo en Tanttaka desde 1983. Antes estuve en una compañía que se llamaba Azkona, en Maskarada€ Lo que te digo, 40 años de oficio.

¿Arrepentido de haberlo escogido?

En absoluto. Cuando tienes la pulsión de este oficio se convierte en inevitable y tiene sus momentos. A mí las salas de ensayo me parecen un espacio lleno de vida, privilegiado. Es cierto que si no te mueve la pasión es un oficio muy complicado, porque vives siempre en la cuerda floja. Ganar un euro es muy difícil y perder 200.000 relativamente fácil. Tiene sus complicaciones.

Y alguna satisfacción...

Sí, claro que sí. Recuerdo una vez que llegamos a un pueblo, había una panadería abierta y nos dijo el panadero: Ese oficio vuestro algo tiene. Si tú le preguntas a un mecánico o a un panadero qué sería si volviera a nacer, nunca te diría que mecánico o panadero. Pero si le preguntas a un actor, te dirá que volvería a ser actor, por lo que pienso que algún veneno hay que te hace persistir, aunque las cosas no vayan bien, y te empuja a buscar la manera de hacer de esa pulsión un medio de vida.

¿Quizá hablamos de romanticismo?

¡Que no se apele al romanticismo de los creadores, aunque es verdad que lo tenemos, pero no como si fuera lo único válido! A uno le puede gustar mucho escribir, pero eso no quiere decir que no tenga que comer y pagar facturas, hipotecas y criar hijos. Con esto digo que la cultura se tiene que respetar.

¿Debe ser considerada industria?

Hay marcos de producción que sí que se pueden acercar a la industria, y otros deben preservarse en espacios más artesanales. Pero sí, es una industria que genera empleo, beneficio económico, y cuya aportación al PIB es importante. En el mundo de las artes escénicas hay unas 700.000 personas trabajando, así que como motor económico es importantísimo. Pero aunque no lo fuera, la cultura como bien social, como herramienta para la construcción de espacios sociales y de un pensamiento crítico, es fundamental.

Creo que lo de pensamiento crítico no emociona a nuestros políticos.

Ja, ja, ja€ A algunos políticos no, desde luego, pero no vamos a generalizar. Creo que la cultura es una herramienta fundamental para ponerse en la piel del otro y entender sus problemas, por eso es necesario cuidarla y preservarla.

"Los que se llevan las manos a la cabeza con las ayudas a la cultura resultan poco creíbles"

Cuando los gobiernos intervienen económicamente en sectores industriales se habla de inversión, pero si lo hacen en el campo de la cultura es subvención.

Se apoya desde el gobierno a muchos sectores, y es cierto que cuando se habla de cultura el término es subvención, nunca inversión. Me gustaría que hubiera cifras clarificadoras de lo que se apoya a la cultura y de lo que la cultura devuelve en forma de contratos, IRPFs, IVAs, etcétera. Solo hablamos de inversión cuando el dinero va dirigido a hacer una tela o un coche. No entendemos como inversión una producción que, además de los valores culturales, da trabajo a un número importante de personas.

Da la sensación de que muchos van a seguir sin entender, o sin querer entender, estos argumentos.

Los que se llevan las manos a la cabeza con las ayudas a la cultura resultan poco creíbles. Creo que no se ha hecho bien separando educación y cultura, porque son dos áreas que no deben ir separadas. La relación con las artes debe ir inscrita en la formación de las personas.

Hay países en los que sí se relacionan muy bien la educación y la cultura.

A mí me da envidia ver cómo es al otro lado de la muga la relación de los alumnos, desde que son muy pequeños, con el mundo artístico. Es increíble cómo niños de siete años van a ver un ensayo de danza y se involucran con el espectáculo. Aquí eso no existe, pero sí gente para todo, incluido un partido político, prefiero ni mencionarlo, que arremetió contra los titiriteros despectivamente al principio de esta pandemia.

¿Personajes de miras muy cortas?

Seguramente, y además son ignorantes, o quieren serlo, de que las series que están viendo en casa, las películas ante las que pasan horas y que les han servido para llevar este confinamiento, están hechas por pandillas de titiriteros, precisamente a los que ese partido crítica.

"Esta es una profesión llena de inseguridades, y a veces de miedos"

Cambiando de tema. El hijo del acordeonista

Sí, y es una maravilla. Intentamos al principio hacer una película y no se pudo, se convirtió en obra de teatro, pero finalmente hicimos la película y mi relación con Atxaga es estupenda. Intelectualmente es un hombre increíble, y sus aportaciones siempre son lúcidas y emocionantes. Una de las cosas maravillosas que te deja este oficio es la de ganar conocimiento a través de los que saben más que tú en muchas cosas. Haber conocido a Bernardo y haber compartido espacio de vida y trabajo con él es uno de los regalos que te llevas de una profesión llena de inseguridades, y a veces de miedos.

¿Es fácil la convivencia con un genio?

No sé sí a Atxaga le gustará que le llames genio. Recuerdo una vez que hice una función de Fernando Fernán Gómez y tuve el placer de compartir un camerino con él a la espera de una rueda de prensa. Fue en el teatro Infanta Isabel de Madrid y son los momentos que le dan dimensión a este oficio, y los que te llevas contigo y los mantienes dentro.

¿Por qué le gusta la sala de ensayos?

Porque se trabaja con el alma de cada uno intentando levantar los conflictos, las pasiones y las pulsiones de otras gentes. Los textos que ensayamos, que adaptamos, que representamos, te ayudan a tener una mirada muy amplia de la vida. Es para eso para lo que sirve el arte en cualquiera de sus expresiones.

Entiendo que alguien pueda decir que quiere ser actor o actriz, pero resulta difícil pensar cómo se llega a desear ser director, sobre todo si se es muy joven.

Incluso hoy, que ya se tiene un conocimiento más rico de las distintas disciplinas, todos llegan a este mundo queriendo ser actores. Quizá esa parte visible que tiene el oficio sea más atrayente. Yo también empecé trabajando como actor, e hice disciplinas corporales, danza, acrobacia€

¿Y por qué dejó la interpretación?

Porque ves más allá de esa parte tan visible que es la interpretación. Descubres que en ese universo de ficción hay trabajos fascinantes como ser guionista, escenógrafo, responsable de vestuario, dirección€ Hay muchas otras tareas que pueden resultarte muy atractivas. A mí me pasó algo de eso, que descubrí otro mundo. Yo siempre tenía una mirada puesta en la propuesta global más que en el trabajo personal y estupendo de ser actor. Quizá me pasó como a David Mamet, quien cuenta en uno de sus libros que se hizo director para poder seguir en el oficio, porque como actor era malísimo.

"No me interesa tanto mostrar las certezas como aprender a leer las contradicciones"

Volvamos a la novela de El hijo del acordeonista

Habla de dos amigos que militaron en ETA, pero no es un libro sobre ETA. Está presente porque la banda estaba en aquellos momentos en nuestras vidas, y ese es el motivo por el que es parte del argumento de la novela.

Sin embargo, ahora es un tema de moda. Acabamos de ver La línea invisible, está por llegar La línea invisiblePatria

A mí los relatos únicos no me parecen posibles, ni en el tema de ETA ni en ninguno. Al final, siempre son reduccionistas o simplistas. La vida está tan teñida de matices que es imposible verla con una mirada única que sea compartida por todos. A mí, lo que me interesa de este oficio son los grises, no los blancos o los negros. No me interesa tanto mostrar las certezas como aprender a leer las contradicciones. Por mucho que haya sectores con una vocación de construir ese relato único, yo no creo que sea lo que se imponga.

Pero a muchos se les llena la boca hablando del relato, relato en singular, nunca en plural.

En cuanto confrontas intereses o dos miradas el relato único no existe. Me parece mucho más interesante que cada uno elabore sus propias tesis, pero no a partir de una única realidad o de un único relato. Partiendo de relatos múltiples cada cual construirá su mirada y su visión propia. ¿Cuántos relatos habrá? Tantos como miradas. ¿Sabes? He visto La línea invisible.

¿Y qué le ha parecido?

Hay cosas que están bien y otras que a mi juicio son reduccionistas.

PERSONAL

Edad: 58 años.

Lugar de nacimiento: Donostia.

Inicios: En sus inicios estuvo en distintos grupos, entre ellos Maskarada. Desde 1983 forma parte de Tanttaka. Con esta compañía dirigió su primer espectáculo teatral: Hau bai nahastea.

Trayectoria: Uno de sus grandes proyectos fue El florido pensil. En él también participaron Eneko Olasagasti y Carlos Zabala. Durante esos primeros años como creador y director estuvo al frente de las series de Euskal Telebista Maité y Ertzainak. Tiene una fuerte relación con Bernardo Atxaga tras la adaptación teatral y cinematográfica de su novela El hijo del acordeonista. El 11 de marzo dirigió en el Arriaga de Bilbao su última representación: Iparragirre, biotzeko Jose Mari. Está a la espera de que se levante el telón cultural tras la pandemia que le ha dejado en dique seco con tres proyectos entre manos: La dama de seda, El secreto y Deja tu mensaje después de la señal.