El adiós del gigante Maíz
El 4 de marzo de 1995, ante las abarrotadas gradas del Deportivo de Bilbao, Antton Maíz jugó cuatro tantos contra Titín y Arreche, los últimos de la larga y fructífera carrera deportiva del "gigante de Arantza".
Fue uno de los más grandes -en todos los sentidos de la palabra- manistas de la historia, y así lo atestiguan los cinco títulos que logró en el Parejas, una marca que sólo pudo igualar el pelotari más laureado de todos los tiempos, Julián Retegui.
Antton Maíz, el gigante de Aran-tza, nació en esa localidad el 24 de agosto de 1951 y debutó como profesional con 24 años. Ganó la txapela del Manomanista de Segunda en 1976 y dio el salto a Primera, donde pronto se reveló como el zaguero preferido para todo delantero. Sus grandes virtudes: la capacidad para llevar a buena todo lo que le llegara y la economía de esfuerzos.
Y a eso añadiremos, por supuesto, su calidad humana, la de un tipo entrañable.
Retegui, en aquellos días en los que Maíz II ya tenía fecha de despedida, lo retrataba así: "Es lógico que Antton Maíz haya llegado tan lejos jugando por parejas, ya que siempre ha sido el mejor compañero. Se llevaba bien con todos, jugaba y dejaba jugar".
Otro aspecto relevante de la personalidad de Maíz es que, pese a su altura, le gustaba pasar lo más inadvertido posible y, por eso, admitía en la víspera que lo estaba pasando mal. "No sé si acertaré a pegarle a la pelota. Llevo toda la semana sin pegar ojo con esto del homenaje. Aunque es un día bonito, tengo ganas de que pase ya. Es el partido más difícil que me ha tocado jugar".
Después de casi 20 años como profesional, tenía las cuentas bastante claras: "He debido de recorrer muchos kilómetros, porque he tenido ya seis coches y todos ellos han pasado de los 200.000 kilómetros".
Su mujer, Lourdes, abundaba en la idea: "Hemos visitado muchos frontones y hemos cubierto muchos kilómetros. Yo lo he llevado bien, y me da un poco de pena que Antton lo deje de repente. Pero tiene ya 43 años y llevaba un tiempo diciendo que quería retirarse por cansancio y porque cada vez sufría más en la cancha".
El día del homenaje -en el que no sólo jugó unos minutos, sino que después disfrutó de una comida servida en la misma pista del frontón para 150 personas-, resumió muy bien su trayectoria deportiva: "He tratado siempre de no tener ningún problema con nadie y, tal vez por eso, me quieren".