A las 16.05 horas de la tarde, Antonio Vílchez, Kubala para los amigos del equipo, ya merodea por el Pabellón Universitario. Va de aquí para allá. Sin parar quieto. Coloca el carro de los balones en su sitio. Prepara las bebidas energéticas para los jugadores y repasa toda la lista del material necesario para el entrenamiento. A Kubala le conoce gran parte del público que acude al pabellón, porque minutos antes del inicio de los partidos es uno de los pocos que aguanta a pie de pista. Más allá de esas paredes, pocos conocen lo que sufre en cada encuentro.
El de Antonio es un ejemplo del trabajador en la sombra. De aquel que se retira del primer plano cuando los focos iluminan hacia la cancha, pero cuya labor supone un engranaje más en la gran familia del Xota. Lo mismo le ocurre a Txuma Sangüesa, ex portero, entrenador personal de Juanito y Gascón, y delegado del equipo; o a Antonio Liberal y Gorka Mintegui, los fisioterapeutas que dejaron como nuevos a los jugadores tras los agotadores partidos de semifinales; y también a Alfredo Zúñiga, el médico, o a Miguel Hernández, el segundo de Arregui en el banquillo de los verdes. Todos ellos son los hombres de Imanol, personas que, con su particular granito de arena en el camino, también han hecho posible el sueño que vive el MRA Navarra tras llegar a la final de la Liga.
La alegría por haber alcanzado el hito de esta temporada también la viven ellos, desde su prisma. "No sólo es el premio a al trabajo de este año, sino a lo que llevamos viviendo mucho tiempo en este equipo", señala Miguel Hernández, quien hace alusión a Kubala y Txuma Sangüesa, dos de los que más años llevan en el club. Antonio Liberal, el fisio, señala rápidamente que él ha sido el último en llegar. Aun así, reconoce que lo ha vivido como el que más. "Me alegra porque trabajar aquí es un placer. Es una frase muy tópica, pero el grupo humano que hay aquí es difícil de encontrar en otra parte. Me levanto con ganas de venir a trabajar aquí", dice.
Felicidad, euforia y satisfacción se entremezclan en los protagonistas de esta historia. Reconocen que no esperaban llegar a una final este año, pero que tarde o temprano tenía que ocurrir. Txuma Sangüesa alude al empeño de Tatono Arregui durante todos estos años para hacer un equipo competitivo. "Conociendo al presidente, si no es este año habría sido otro, pero una copa la levantamos seguro. Tampoco nos creímos que podíamos ascender a División de Honor cuando lo hicimos, y mira. En ese sentido han sido temporadas parecidas. Un año de transición, con gente joven...", afirma.
Kubala rememora aquel ascenso con brillo en los ojos. "Lo de este año sólo lo veo comparable a aquello", reconoce el auxiliar del equipo. Y las razones del éxito las desentraña el segundo técnico. "No hay ningún secreto. Simplemente, los jugadores no han dejado de darle. Ha existido la misma motivación aun cuando la temporada iba mal, al principio. Por eso han llegado hasta aquí, porque nadie se ha venido abajo", afirma Hernández.
Ellos también especularon en aquellos momentos duros, cuando el MRA coqueteaba con los puestos de descenso. "Hacíamos cábalas en esas primeras jornadas", recuerda Antonio Liberal. Txuma se sincera todavía más. "Miramos el calendario y aventuramos, antes de empezar el curso, que incluso haciéndolo bien, era perfectamente posible tener un sólo punto en las primeras 7 jornadas". Llegaron con 4 a esa fecha.
La pócima del éxito, el elixir de la recuperación, llegó por pura continuidad en el trabajo. Y, de repente, después de eliminar al Inter Movistar en cuartos, la palabra final empezó a rondar en el vestuario. También entre los hombres de Imanol. "Yo veía la eliminatoria de Segovia muy difícil. Creo que la clasificación se fraguó al ganar en Pamplona a penaltis. Levantar ese 1-3 fue psicológicamente importantísimo", arguye Sangüesa.
La fe del equipo
Punto de inflexión: Segovia
Testigos de la conjura de los verdes en Segovia, todos coinciden en que el MRA Navarra afrontó el tercer partido de semifinales con una convicción tremenda, propia de unos deportistas absolutamente mentalizados de sus posibilidades. "Después del segundo partido, nadie llegó al hotel con la cabeza gacha. Les veías motivadísimos y con el pensamiento ya puesto en el día siguiente", recuerda Antonio Liberal. "Lo del domingo fue increíble", añade Kubala en referencia al tercer partido de las semis, en el que la autoestima navarra fue suficiente para lograr el pase a la final.
De hecho, lo que habitualmente les ocurre cada vez que empieza un partido cualquiera, no lo experimentaron en aquel definitivo encuentro en el Pabellón Pedro Delgado. No hubo nervios ni exceso de tensión. "Lo solemos pasar mal, pero aquel día estuvimos muy tranquilos a nivel de sensaciones. Los chavales transmitían mucha seguridad", dice Sangüesa. Él, junto con Miguel Hernández, reconoce que incluso llegaron a pellizcarse en alguna ocasión.
No le ocurrió lo mismo a Kubala. En medio del coloquio, el auxiliar suelta un leve suspiro y confiesa. "Yo sí que lo pasé mal". Tanto que se llevó un pañuelo de San Fermín que se ha convertido en talismán. "Lo agarraba muy fuerte", gesticula Kubala, quien afirma que desde que lleva el pañuelo a los desplazamientos el MRA sólo ha perdido dos partidos.
EL TRABAJO DIARIO
"No hay que decirles nada"
Ese mismo pañuelo estará colgado del banquillo en el Palacio de los Deportes de Murcia, el sábado y el domingo. Los hombres de Imanol aseguran que a los jugadores ya no hay que decirles nada de cara a esa cita histórica. "Casi casi, hay que pararlos", reflexiona Txuma Sangüesa. "Lo que sí nos hemos marcado es intentar jugar dos partidos en Pamplona. Mantener la final viva aquí, porque los jugadores y la gente que ha venido a apoyar se lo ha ganado", dice Miguel Hernández. "Este equipo ha madurado mucho desde que comenzó la temporada. Desde aquel partido que ganaron en Barcelona, su mentalidad ha sido importantísima para llegar hasta aquí", añade.
"Estoy seguro de que en Murcia vamos a ganar, por lo menos, uno de los dos partidos. Que no piensen que vamos allí de comparsa, porque no es así", irrumpe un convincente Kubala. Y Txuma le recuerda que en ElPozo están prevenidos. "Creo que son conscientes de que podemos darles un susto. Su entrenador incluso ha insistido en que la gente se vuelque con el equipo. Aun así, les plantaremos cara", añade.
Hasta ese momento, continuarán haciendo su trabajo como todos los días. Desde la sombra y antes de que los futbolistas salgan a la cancha. "Nos lo tomamos como un gran premio", vuelve a recordar Sangüesa de nuevo. "No sólo por poder vivir una final. También por ver a mucha gente que trabajó en este equipo en el pasado y que ahora puede disfrutar de un éxito como el de la final".
Porque los que iniciaron la aventura del Xota están muy presentes en la mente de todos. "Siempre que conseguimos algo importante, acabamos contando batallitas de cuando jugábamos en Irurtzun, en las escuelas", dice Sangüesa. "Recordar los valores de la cuadrilla de amigos del pueblo que fue este equipo es básico para todos. Para jugadores y técnicos", matiza Hernández. Y Liberal pone la puntilla. "Si no hubiera sido por ellos, no estaríamos aquí", dice el fisio. Y la conversación acaba. Los jugadores entran en el pabellón y los hombres de Imanol se dirigen a sus puestos.