ES la afición de toda una vida. Lo dice Juampe Arregui y lo corroboran todos. Una docena de personas que vivieron los avatares de aquel equipo que empezaba a competir "en serio" a principios de los años 80 continúan al día de hoy en el club. Lógicamente, ninguno viste ya de corto, pero su papel es tan necesario como el del que marca los goles. O así lo sienten ellos. Y con ese cariño realizan su función dentro del club. Lo mejor, que el Xota les hace sentirse a todos importantes, independientemente de su rol.

Uno de aquellos melenudos de los 80 hoy es presidente (Tatono), a los imprescindibles les retienen como directivos (Vicente Oyarzun y Juanjo Lopetegui), al que le iban más los números es tesorero (Txema Larráyoz), el que tiene más paciencia está de coordinador de la cantera (Alberto Abárzuza) y hay sitio para aquel fino jugador hoy todoterreno gerente y relaciones públicas (Carmelo Villamarín). Pero la mayoría ha canalizado su afición hacia los banquillos y en la actualidad son entrenadores (Imanol Arregui, Juampe Arregui, Iosu Ansorena, Antonio Fernández, Koldo Antón, Vicente Albisu y Txuma Sangüesa). "A nosotros, por las venas nos corren balonitos", apuntilla el que fuera portero Antonio Fernández.

"Hemos visto pasar momentos malos, buenos y mejores. Los inicios fueron de penurias y, a su vez, de grandezas. Y seguimos con la misma ilusión", comenta Juampe Arregui.

A Juanjo Lopetegui le tocaba echar la mano al bolsillo y siempre ha tenido debilidad por aquellos enfermos del futbito. "Sentimentalmente estás obligado a seguir. A mí me vinieron por aquel entonces tres chavales para que les comprara las primeras camisetas. Eso era en aquellos años la esponsorización. Eso sí. Les decía: ¿Cuántos sois? Os compro las justas. Ni una más ni una menos".

Txema Larráyoz recuerda un nuevo paso en la historia del club. "Cuando llegó Reynolds como patrocinador nos hicimos grandes. ¡Ya teníamos cada año ropa diferente! Incluso nos dieron chándals. Nuestro primer chándal. Era el que había utilizado el equipo ciclista el año anterior. Y aún nos duró tres años".

Recuerdan cuando el número lo ponían con esparadrapo en las camisetas, cuando se cambiaban de ropa en el coche porque no había vestuarios, aventuras en las que se perdieron en Muskiz... "Invitábamos a algún equipo para el partido de fiestas y, claro, luego se quedaban a cenar y a lo que hiciera falta", apuntillan.

Koldo cuenta a su hijo "la de veces que íbamos a los partidos a dedo para jugar en los torneos de Alsasua, Etxarri, El Rastro... Siempre mendigando. Por eso, ahora, cuando veo los periódicos, me emociono". Y se le entrecorta la voz. Tiene sangre verde.

Lopetegui no sabría decir por qué continúa, pero al día de hoy no se arrepiente de su fidelidad al club en 32 años. "Yo creo que tengo la obligación moral de seguir. Somos un pueblo de 2.000 habitantes. Parece que tienes un deber. Lo has mamado y ahora no puedes fallar".

A Carmelo Villamarín, el Xota le cambió la vida. No es de Irurtzun y se convirtió en el primer fichaje. "Cuando yo llegué, era el primero de fuera del pueblo. Yo venía del equipo del bar San Miguel de Noáin y jugábamos en las 24 y 48 horas. El Xota me llamó para jugar con ellos ya en una categoría en la viajábamos a Logroño, Zaragoza, Santander... El primer año ni entrenábamos, porque la Liga no dejaba jugar ni en Irurtzun ni en Etxarri. Así que nos juntábamos directamente en el Anaitasuna, que es donde jugábamos como locales". Después fueron al frontón de Burlada y así un periplo de pistas antes de que en 1991 se construyera el polideportivo de Irurtzun. "Lo inauguramos en un partido en el que subimos a lo que es la División de Plata. A partir de ahí, mejoramos mucho. Tener una pista fue un punto de inflexión para el club".

Carmelo añade que "fichar en aquel entonces por el Xota fue el mayor acierto de mi vida. En Irur-tzun conocí a mi mujer y con el tiempo el club me ha dado trabajo". Carmelo, Iosu, Txuma y Juampe se retiraron dos años antes de que el equipo subiera a División de Honor. "Tuvimos mala suerte, porque en aquel entonces trabajábamos, entrenábamos y a las 12 de la noche llegábamos a casa. Y había jugadores de calidad, pero nacimos demasiado pronto".

Entre todos recuerdan a los dos benjamines, dos chavales de 16 años como Gabi y un tal Imanol. "¿Qué si le hacíamos bromas por ser el más joven? Al revés. Imanol siempre ha tenido mucho morro y era él el que se metía con otros, como yo, que era más tímido. Era un heavytorro. Pero era muy bueno, jugaba como cualquiera. Los reflejos, la agilidad... Era de goma", reconoce Carmelo.

Hacer un repaso por los momentos importantes del club les lleva a acordarse del ascenso, de aquella permanencia sellada en Zaragoza. "No habíamos ganado ningún partido fuera de casa en toda la Liga y lo hicimos en Zaragoza en un partido en el que descendía el que perdía".

Una de las bazas importantes del club es haberse adaptado al profesionalismo sin perder ese punto de club familiar, en el que todos se conocen. "Si aquí hubiera habido dinero, seguro que la cosa habría sido distinta. Pero hemos tenido la cabeza fría para no gastar más de lo que teníamos o podíamos cubrir".