La aizkolari Nerea Sorondo (Bera, 1987) ha vuelto a proclamarse campeona de Euskal Herria, tras varios años rozando el triunfo. La navarra ya se hizo con la txapela en las tres primeras ediciones del torneo en 2018, 2019 y 2021 y, pese a no partir como favorita, logró ganar –en la final celebrada en Elgoibar– gracias a la serenidad, la constancia y un trabajo de fondo que lleva puliendo durante años.

¿Qué sintió al volver a ganar el campeonato de Euskal Herria?

–Sentí una alegría enorme, una mezcla de sorpresa y emoción. No me lo esperaba para nada, porque este año no iba entre las favoritas y eso siempre me condiciona un poco. Yo siempre salgo a la plaza con la intención de hacerlo lo mejor posible. Me sentí orgullosa del trabajo y feliz de ver que todo el esfuerzo del año había merecido la pena.

¿Cómo se planifica una prueba como esa?

–Es un proceso muy largo, prácticamente de todo el año. Aunque entrenemos siempre, cuando ya tienes una fecha concreta y un trabajo definido, empiezas a preparar el cuerpo y la mente específicamente para ese día. Meses antes ya estamos afinando la técnica, trabajando la resistencia y cuidando mucho el físico. Pero además hay una preparación psicológica importante.

¿Y en la parte psicológica, qué es lo que más influye?

–Para mí, los nervios. Soy muy nerviosa y en más de una ocasión me ha jugado malas pasadas. Aunque sepa cortar, si entro demasiado tensa puedo cerrar los cortes, fallar más o arrancar demasiado fuerte y ahogarme enseguida. La clave para mí es encontrar serenidad antes de salir, centrarme en mi trabajo y no en las rivales. Aprender a respirar y estar tranquila. Es fácil decirlo, pero cuesta mucho interiorizarlo, y todavía lo trabajo día a día.

¿Tiene alguna rutina o manía antes de competir?

–Muchísimas, parezco Cristiano Ronaldo en ese sentido. El día anterior suelo comer siempre lo mismo, un filete con ensalada, porque sé que me sienta bien y me da tranquilidad. También preparo la maleta con antelación, pienso qué camiseta voy a usar y reviso todo mil veces. Me gusta tener cada detalle bajo control porque me ayuda a relajarme. Son rituales que, aunque parezcan tonterías, me dan seguridad y me hacen entrar más centrada a la competición.

¿Qué cree que marcó la diferencia para que ganase esta vez?

–Creo que este año he podido entrenar con más constancia y he tenido una preparación más completa. Además, el hecho de no estar entre las favoritas me quitó presión. Salí a la plaza más tranquila y eso se notó en cada corte. También es cierto que en este deporte los fallos tienen mucho peso y me benefició que las rivales fallaran. Pero sobre todo creo que fue un conjunto de esfuerzo, serenidad y muchos meses de dedicación.

¿Cuántos años lleva practicando este deporte?

–En el herri kirolak empecé hace ya 17 años. Comencé con la tronza en 2008 y mis primeras exhibiciones con hacha fueron alrededor de 2015. Aunque parezca mucho tiempo, mis participaciones en campeonatos oficiales son mucho más recientes, así que en cierto modo sigo sintiendo que estoy creciendo y aprendiendo.

¿Qué le motiva a seguir después de tantos años?

–La pasión. Me encanta este deporte y lo vivo intensamente. Entrenar me hace feliz, aunque sea duro, y también la comunidad que se forma alrededor de la aizkora. Es como una familia.

¿Cómo describiría el papel de las mujeres en el deporte rural?

–Cada vez somos más importantes. El deporte rural viene de nuestros antepasados, y aunque se haya visibilizado menos, las mujeres siempre han sido fuertes y han trabajado tanto como los hombres. Sin embargo, no hemos podido competir oficialmente hasta hace relativamente muy poco. Ahora que por fin estamos en las plazas, se ve que cada vez somos más y que estamos creando referentes. Es fundamental que las niñas que crecen hoy puedan imaginarse como aizkolaris, igual que pueden imaginarse como pelotaris o lo que quieran ser.

¿Cómo compagina su entrenamiento con tu vida personal y laboral?

–Soy auxiliar de enfermería y trabajo en atención domiciliaria, de 8 a 3, y con fines de semana y festivos libres. Eso me permite tener las tardes para entrenar. Suelo hacer dos o tres sesiones de hacha según la época, y otras dos o tres de cardio: monte, gimnasio o lo que toque. Al final, el deporte forma parte de mi día a día y ya lo tengo integrado como una rutina más.

¿Cuáles son sus metas a corto y largo plazo?

–A corto plazo, estamos preparando el Campeonato de Santo Tomás, la Copa de Oro de Donosti, que es un reto muy exigente. Y a largo plazo, mi objetivo es mantenerme en el mejor nivel posible. Ya empiezo a ser de las veteranas y quiero seguir dando guerra a las jóvenes, seguir siendo competitiva y disfrutarlo todo lo posible.

¿Qué consejo daría a las chicas jóvenes que quieren empezar?

–Que no se rindan. A mí me costó muchísimo aprender a cortar con hacha, pero con paciencia y trabajo todo llega. Que lo intenten una y otra vez, porque cuando empiezas a mejorar y a disfrutarlo, es un deporte que engancha y da muchas alegrías.

¿Cómo ha vivido la evolución de la participación femenina en la aizkora?

–Ha sido emocionante. El primer campeonato oficial fue en 2018 y casi tuvimos que organizárnoslo nosotras mismas: decidir el trabajo, los troncos… Hoy, años después, ya existe una eliminatoria femenina con muchísimo nivel y más exigencia. Cada año cortamos más troncos, subimos la intensidad y vemos cómo el nivel crece.

¿Qué falta para alcanzar la igualdad total con los hombres?

–En aizkora estamos relativamente cerca porque es un mundo pequeño y las oportunidades son similares. Quizá la diferencia más visible está en lo económico porque los hombres todavía cobran más. Pero ahora mismo lo que más me importa es que estemos presentes, que llenemos plazas y que venga gente joven. Más adelante ya llegaremos a la igualdad completa.