washington - Sergey Ivanovich Kislyak, embajador ruso en Washington, se ha convertido en una de las piezas clave de la política norteamericana. Este físico de 66 años que reorientó sus pasos hacia la diplomacia, aparece como el gran confidente de Trump y su entorno más íntimo. Los rivales del presidente -casi todos menos el propio Trump- han pasado por su consulta sin que se sepa, aunque se intuya, de qué han hablado con tan buen conversador. Y es que Kislyak es un hombre muy conocido en Washington, donde lleva desde 2008. “He trabajado tanto tiempo en Estados Unidos que ya conozco a casi todo el mundo” señala el diplomático cuando le preguntan por sus reuniones con tantas personas políticamente sensibles.
Los que le conocen le definen como afable, buen anfitrión -la embajada cuenta con uno de los mejores chefs de la ciudad- y animado conversador. Eso sí, muy comedido en sus palabras.
Kislyak inició el camino que le llevaría a Washington en la Unión Soviética. Tras licenciarse de Física y Tecnología cursó estudios de Comercio Exterior pasando a integrarse en el Servicio Exterior soviético en Naciones Unidas en 1981. Fue su primera llegada a EEUU.
De ahí viajó a Bruselas para convertirse en 1998, en el representante de Rusia ante la OTAN. Volvería a Estados Unidos en 2008 ya como embajador en Washington.
Casado y con una hija habla ruso, francés e inglés y su influencia ha llevado a la dimisión al asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, a la autorrecusación al fiscal general, Jeff Sessions, y deja tocados al vicepresidente, Mike Pence, y al yerno de Donald Trump y asesor de la Casa Blanca, Jared Kushner. - Efe