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Clamor popular al ritmo de esquilas

UN TOTAL DE 62 ‘JOALDUNAK’, 24 DE Zubieta, atronan ituren en sus carnavales de “buena vecindad”

Clamor popular al ritmo de esquilas

Igual es que “con el frío suenan más, pero el ruido era o parecía mayor que nunca”, comentaba una de las visitantes asiduas a la primera de las jornadas, la de la visita que hacen a Ituren los vecinos de Zubieta en su carnaval de “buena vecindad”. Un número considerable de joaldunak, 24 zubietarras, 14 del barrio de Aurtiz (de Ituren y a medio camino de las dos villas) y otros 24 de Ituren, en total 62 si bien los naturales los cuentan por parejas, caminaron por los viejos caminos y caseríos, para, por el puente de Latsaga según es costumbre, entrar en la Herriko Plaza y atronar el ambiente.

El tutu (corneta) de Laxaro Erregerena abrió camino al grupo, en el que figuraban dos hartzak (osos), uno de cada pueblo, entre los espalderos de lana de los de Ituren y las blancas e impolutas camisas de los de Zubieta, el detalle que distingue su origen, entre el clamor popular, la admiración de decenas de escolares y el contento general. Entre los xubitarras tres mujeres, lo que a algunos llama la atención y a la mayoría ni mucho ni poco (“antiguamente, también salían mujeres mayores, las madres”, apuntan) y en el entorno de la fiesta y la diversión carrozas, disfraces (y desnudeces), motosierras (sin cadena de corte) haciendo un ruido de mil diablos, pareja de “ancianos” castañeros que fueron fenomenalmente acogidos con el fresco (’joé con lo’vasco que al frío le llaman frehco”) que bajaba del Mendaur, y un jolgorio y un desmadre impresionantes.

El carnaval ya se sabe que es otra cosa, y que se hacen y se ven imágenes insólitas por todas las esquinas. Una cuadrilla desafió la baja temperatura meteorológica (la humana estaba a cien) optó por disfrazarse de niños con traje de baño (en calzoncillos) y lanzarse por una txirristra (tobogán) casi en pelota picada. Otra carroza iba completamente cerrada excepto por unos orificios de los que de cuando en vez surgían ¡un par de testículos!, ante el asombro general y la mala idea de un particular que proponía ir a buscar unas tijeras, y a todo esto los joaldunak a lo suyo, hasta completar las vueltas de rigor hisopo en ristre para espantar malos espíritus y una vez cumplido el ritual, entregarse a las croquetas, caldo y viandas que les ofrecía alguna etxekoandre (ama de casa) generosa.

Vestir pieles y zumbar esquilas agota lo suyo, y la ingesta de calorías siempre es bien acogida. Como todos los años, los ittundarras mataron un ternero de más de 400 kilos (unos 280 en canal) que se cepillarán en estas fechas, al horno o a la parrilla, mientras como Mikel Laboa advertía los santos de cobre se ocultaban para que el herrero Erramun Joakin “no los fundiera para hacer cencerros”.