El maestro akordeolari Miguel Iparragirre, de 65 años, falleció el lunes en Elizondo, donde residía desde su matrimonio con María Jesús Echartea, a causa del efecto de una larga enfermedad que soportó con encomiable coraje y presencia de ánimo. El finado fue hace 33 años uno de los entregados impulsores de la Escuela Municipal de Música de Baztan, dependiente en un principio de la Joaquín Maya de Pamplona, si bien él ya llevaba siete años por su cuenta dando clases de acordeón a varios jóvenes baztandarras.

Miguel Iparragirre había nacido en Arantza, una de las cinco villas de Bortziriak, sin contar con otros antecedentes musicales en la familia, aunque recordaba la curiosidad de que un tío suyo fabricó mientras cumplía el servicio militar un txistu con una caña de bambú que sonaba a la perfección, y que a su amatxo Salomé le gustaba mucho tocar la armónica. Se inició en la música tocando la armónica de su madre, hasta que se compró una y con 13 años recibió clases con Martín Ibarrola, organista de Arantza, y luego marchó a Gipuzkoa donde tuvo de profesor al lesakarra José Mari Irazoki, un músico de cierta relevancia y con Pepe Andoain, un muy popular y famoso akordeolari.

Inició su actividad pública amenizando fiestas de quintos, comuniones, bodas y carnavales, a los que acudía en la tradicional eskea (cuestación) de caserío en caserío con las cuadrillas de jóvenes de los pueblos, hasta que decidió abrir su academia en Elizondo. Tenía siempre en su memoria a sus primeros alumnos, Angel Mari Arraztoa (Irurita), los hermanos Cristina y Eugenio Goñi de Lekaroz, el arizkundarra Ángel Mendiberri, los hermanos Juan Mari, Ixabel e Itziar Aleman de Amaiur, y el popularísimo Joxe Ángel Elizalde, entre las decenas (unos 25 cada año) que a partir de crearse la Escuela Municipal de Música pasaron por sus aulas.

En mayo de 2013, sus alumnos de siempre protagonizaron una preciosa jornada en la que ofrecieron un concierto precioso, con la sorpresa de que, al finalizar el Adiós Maitia de despedida, le obsequiaron con una fotografía suya enmarcada que había sido tomada apenas tres horas antes. Apasionado por la música y su inseparable instrumento (conservaba su primer acordeón que compró “de tercera mano”, se sentía feliz por su labor en la enseñanza, hasta que se jubiló en octubre de 2020: “Nunca imaginé que enseñar me gustara tanto, ha sido muy satisfactorio, por mí seguiría toda la vida enseñando a tocar el acordeón a la gente”, afirmaba.

El pasado julio, el segundo año sin Baztandarren Biltzarra, la fiesta de los quince pueblos del valle, los organizadores tuvieron hacia Miguel un recuerdo entrañable y merecido, al regalarle una placa grabada con su imagen de felicitación y agradecimiento. Descanse en paz el gran maestro akordeolari. ¡Goian bego!