Ezkurra es la última localidad del valle de Malerreka, o la primera según desde donde se mire, tiene 146 habitantes empadronados pero en realidad habitan 96 personas, cosas de la caza dicen. Ayer era día de fiesta en el pueblo, su frontón Ingiñuna (Lo que hicimos) cumplía 80 años. Desde primera hora de la mañana, el habitual silencio se rompía y se llenaba del sonido del txistu a cargo de Iosu Altzuri y Maribel Makuso, txistularis de Aurtiz.
Como no podía ser de otra forma en un frontón, llegó el partido de pelota, donde la pareja compuesta por Bereau y Urrozola se impusieron a Txoperena y Santesteban por 22-16. Los aizkolaris eran los siguientes en salir a la cancha y con un trabajo de corte de 16 kanaerdikos, el baztandarra Joxean Etxeberria, ganador de dos apuestas recientemente, no pudo vencer en esta ocasión al guipuzcoano de Beizama Eneko Otaño.
Una vez finalizado el deporte, llegó la hora de la historia, y el historiador local Fernando Etxeberria narró a los presentes la historia del frontón y se convirtió de forma inesperada en protagonista del día, junto al frontón, al recibir un homenaje inesperado por parte del Ayuntamiento, con su alcaldesa Jaione Zabalo al frente, y su familia. Recibió regalos, un pergamino y un bertso ‘virtual’ grabado por el bertsolari Aitor Mendiluze que no pudo asistir.
Historia
Etxeberria narró como hace siglos donde ahora se ubica el frontón “había una plaza con árboles, concretamente castaños, donde se reunían los vecinos del pueblo con los responsables del Ayuntamiento para tratar asuntos de interés general”. El 24 de junio de 1944 el consistorio acordó construir un nuevo frontón, “el alcalde tuvo que ponerse en contacto con las monjas de la Caridad que eran las últimas herederas de la Casa Palacio (actual Hamarrindegia) pues se quería hacer el frontis en la fachada de la casa y para ello había que eliminar dos ventanas, subir diez metros la pared y mover un metro la pared izquierda” a cambio, explicaba Fernando, “el Ayuntamiento se comprometía a abrir otra ventana a la derecha de la fachada y un balcón, además de montar una nueva cocina”. La respuesta fue negativa por parte de las monjas porque querían vender la casa y no quisieron comprometerse en obras. Entonces, “el alcalde muy enfadado se dirigió de nuevo a la superiora manifestando que si no aceptaba el trato, el Ayuntamiento construiría una nueva pared de 10 metros delante del edificio y eso sería malo para todos”, concluía el historiador.
Las obras comenzaron en mayo de 1945 y terminaron en agosto de ese mismo año.