Errenteria inauguró el pasado viernes un nuevo paseo a orillas de la ría en el nuevo barrio Altzate, dedicado a María de Zozaya (Mari Zozaia), una mujer nacida en Oieregi (Bertizarana) en 1530 cuya vida quedó marcada por la persecución inquisitorial.
El acto contó con la presencia de descendientes de la casa Zozaya en Oieregi, María Esperanza Urdanavia Lasaga, Isaac Galarregui Rodríguez y José Mª Galarregui Apezteguía; de la alcaldesa de Errenteria, Aizpea Otaegi; representantes de la Emakumeen Etxea (colectivo que ha impulsado de forma decisiva este reconocimiento) y representantes del colectivo Memoria de las Brujas de Pamplona-Iruña.
Numerosos vecinos acudieron a la cita, muchos de ellos implicados desde hace años en la recuperación de su memoria. El acto ponía fin a la conmemoración del 25N, dentro de la dinámica denominada Recuperando la memoria histórica de las violencias machistas en Errenteria.
María de Zozaya
La biografía de María de Zozaya está estrechamente ligada al trabajo doméstico y al movimiento entre distintos pueblos del territorio.
A los catorce años, sus padres la llevaron a Elizondo, donde estuvo empleada durante seis años. Con veinte años se trasladó a la entonces villa de Rentería (ahora Errenteria) para trabajar como sirvienta en la casa de una mujer del centro de la localidad.
Poco después, y de forma poco habitual para la época, heredó esa misma vivienda, lo que muestra su integración en la comunidad y la relevancia que adquirió en su entorno cotidiano. Sin embargo, con 79 años, su vida tomó un rumbo trágico.
En el pueblo comenzaron a circular rumores que la acusaban de embrujar a niños y de envenenar a personas con manzanas y peras emponzoñadas, relatos que hoy se identifican como falsos testimonios y supersticiones.
A pesar de la falta de pruebas, los alcaldes y el escribano de la villa la entregaron a la Inquisición de Logroño, donde coincidió con los célebres procesos de Zugarramurdi que marcaron la historia de la persecución por brujería. Durante su detención sufrió torturas y, como ocurrió con numerosas víctimas de la Inquisición, terminó ofreciendo relatos fantásticos en un intento de detener el tormento. Contó que tenía siete sapos vestidos que hablaban y que le habrían sido entregados por el demonio; afirmó también que volaba con su rueca hasta los akelarres o que podía transformarse en liebre para evitar al párroco cazador. Los inquisidores, tomándose al pie de la letra esas declaraciones arrancadas bajo presión, llegaron incluso a enviar soldados a registrar su casa.
María de Zozaya murió en la prisión de Logroño en 1610 a la edad de 80 años. Su cuerpo no fue devuelto a Errenteria. Fue quemada en efigie, una forma simbólica de ejecución que se aplicaba a quienes, según la Inquisición, habían cometido delitos especialmente graves de brujería. Su nombre quedó así ligado a un episodio oscuro que la comunidad actual busca reparar.
Homenaje y libro
El homenaje del pasado viernes, es el resultado de una reivindicación de larga trayectoria. Durante años, vecinos de Errenteria colocaron de forma simbólica el nombre de María Zozaia sobre diferentes placas de calles para mantener vivo el recuerdo de la mujer.
En 2012 se presentaron los primeros informes para su reconocimiento formal y en 2024 se retomó el diálogo con el Ayuntamiento, coincidiendo además con la publicación de un libro dedicado a reconstruir su vida y revalorizar su figura.
Fue el escritor Xabier Susperregi quien se encargó hace unos años, a través de un libro, de recuperar la figura de Mari Zozaia y afirmaba que “por fin se puede cumplir una vieja reivindicación y deseo popular para que se reconozca a esta inocente mujer, que fue brutalmente torturada y asesinada, solamente por ser mujer o tal vez por ser una mujer diferente”.
El nuevo paseo, en el barrio de Altzate, pretende así convertirse en un espacio de memoria y justicia histórica. Más de cuatro siglos después de su muerte, Errenteria recupera la identidad de María de Zozaya (Mari Zozaia), simbólicamente restituida en el lugar donde vivió y donde ahora, por fin, se la reconoce.