En Estella-Lizarra para vestirse de blanco y rojo hay que esperar a la tarde que es cuando ya sale al completo la comparsa de Gigantes y Cabezudos. Ése es el momento en el que de manera unánime arrancan las fiestas al compás de la indumentaria. Porque en Estella se sabe desde siempre que el rojo y el blanco junto con las alpargatas de lazos es un traje que nació para las fiestas de la ciudad y que luego se fue extendiendo al resto de las localidades, incluida Pamplona y Tudela. Y no es causal que sea en Estella donde surja este elemento característico de las fiestas navarras. La pasión de los vecinos y vecinas de esta ciudad por sus fiestas ha sido históricamente muy intensa y muy vinculada a la popularidad con la que se respetaban todos los detalles.

Parece que l pañuelo rojo podría surgir de la copia del fondo del escudo de Estella. Desde mediados del siglo pasado se ha impuesto sobre el resto de los colores y esa es una de las grandes aportaciones de esta ciudad a la fiestas. Pero hay muchas aportaciones más que sin la tradición estellesa no hubieran sido lo mismo. Me refiero también a las danzas, me refiero a la música de gaita y tambor, me refiero a los grandes creadores de canciones populares festivas.

Las fiestas de la vieja Lizarra son uno de esos momentos importantes del verano en Navarra y siguen siéndolo hoy día a pesar de ciertos centralismos que perjudican a esta cabeza de la Merindad.

Estella-Lizarra ha sabido mantener su grandeza patrimonial y también su grandeza festiva. Y esto último no es casualidad: detrás de cada acto, detrás de cada, nota, de paso de baile... hay mucha pasión y mucho trabajo anónimo. Las fiestas de Estella-Lizarra siguen siendo un referente porque el trabajo de sus vecinos y vecinas ha seguido activo incluso con dos años de parón por la pandemia, a lo que se le ha unido ya la jornada solidaria del miércoles. Y eso lo comprobaremos desde mañana viernes horas antes de que se anuden los pañuelos de rojo estellés y hasta el final, el jueves 11 de agosto.