ola, personas, ¿preparados para el frío?, al loro que, según dicen los "marianomedinas" de turno, viene baroji, así que abrigarse.

Esta semana servidor ha vuelto a servirse de pistones, cilindros y gasolina para poner tierra de por medio y hacerse una excursión que contaros. Como esto siga así tendré que cambiar el título de El rincón del paseante por el del excursionista.

En esta ocasión he cambiado de compañía y la acompañante ha sido mi chica, más conocida por La Pastorcilla.

El lunes a la mañana tomamos la autopista del Pirineo dirección Sangüesa y en un decir Jesús nos plantamos en Lumbier; del pueblo de los "gatos" tomamos el desvío que lleva a Rípodas para adentrarnos en terrenos de Urraul Alto, valle prepirenaico jalonado de diminutos, tranquilos y bonitos pueblos como Sansoain, Ozkoidi, Imirizalzu, Irurozki o Eparoz. A un tiro de piedra de éste se encontraba nuestro primer objetivo: Santa Fe. Se trata de una basílica que fue levantada por los monjes franceses de la Santa Fe en el siglo XIII y que durante unos años tuvo cierto predicamento en la zona por estar enclavada en un brazo del camino de Santiago. Luchas eclesiásticas intestinas entre Roncesvalles y Leyre le restaron importancia jacobea y el templo entró en declive. Más adelante se le dio uso civil llegándose a usar durante mucho tiempo como ayuntamiento del valle, si bien conservó su iglesia como tal teniendo así ambas funciones la civil y la religiosa. Su planta es sencilla y choca, en medio de tanta sencillez, la enorme torre campanario que se levanta a sus pies. Por dentro no la pudimos ver pero apoyé mi móvil en el cristal de una ventana y ese prodigio de la técnica que son las cámaras de los teléfonos de ahora me permitió fisgarlo todo y ver en la foto que el altar se separa de los fieles por una bonita y meritoria reja de rica forja y que su muro testero está cubierto por un modesto pero digno retablo de estilo neoclásico con un Cristo en el ático, la santa titular en su hornacina central y cuatro santos más entre los que identifiqué a San Miguel. La iglesia tiene adosado un precioso y sencillo claustro del siglo XVII hacia el que se abre la puerta principal del templo con sus arquivoltas y guardalluvia. Santa Fe celebra anualmente la fiesta de las reliquias y no es para menos ya que según dicen conservan ni más ni menos que una astilla de la Santa Cruz, un trozo del pan de la Última cena, cabellos y un diente de la Virgen, el dedo de San Esteban y la garganta de San Blas. ¿Será cierto?, ¡quién lo sabe!, ¡qué más da!, el caso es que se celebra una fiesta por ello y eso es lo que importa. Hoy en día el conjunto alberga una hospedería donde se puede alojar quien quiera. Delante de ésta hay un precioso hórreo del siglo XV cuya misión era guardar los diezmos que en forma de cereal pagaban los vecinos. Acabada la visita nos tomamos un tentempié sentados al sol del mediodía y seguimos camino hacia nuestra segunda etapa.

Volvimos a Lumbier y giramos a la izquierda hacía el valle del Salazar; carretera que conozco bien por todos los viajes que en mi niñez hice a Ezcároz y por los muchos que he hecho después a esa zona a la que me une sangre y cariño. Llegados a Domeño tomamos el desvío a Usún donde aparcamos el auto para adentrarnos en terrenos boscosos y darnos un paseo de orden terapéutico para pulmones, piernas, corazón y cabeza. Dejando atrás el pequeño pueblo llegamos a una hípica de considerable tamaño que tenía a todos sus inquilinos pastando por los campos de alrededor, los cuales, en concomitancia con el paisaje, formaban postales vivas.

Seguimos un camino perfectamente señalizado que nos llevó a un puente que salva el río Salazar que viene calmo después de atravesar la Foz de Arbayún. Continuamos andando por la estrecha senda y llegamos al segundo templo del día: la ermita de San Pedro de Usún. Una maravilla. Este es uno de los edificios más antiguos de Navarra, hay testimonio que lo documenta en 829, su planta más parece una borda que una iglesia pero la belleza de su sencillez es abrumadora, unas aspilleras y una puerta de medio punto coronada por un crismón son todos su atributos, desgraciadamente a lo largo de los siglos ha sido tocada y remodelada y hoy presenta intervenciones de varias épocas, pero su historia es innegable en inamovible: en el siglo IX ella ya estaba allí asomada al Salazar. Retomamos la trocha y volvimos a salir al cauce salacenco, había que vadearlo pero en esta ocasión no es un puente el que lo cruza sino una pista construida para que pasen los tractores en su faena; el agua la atraviesa por encima haciendo necesario, descalzarse, remangarse y remojarse los pinreles con las frías aguas que bajan del Irati. Una vez en la otra orilla mis pies volvieron a sus herraduras y ya por una pista volvimos a subir a Usún para tomar el coche y dirigirnos a la tercera etapa de nuestra programada excursión.

La tercera etapa era la Foz de Arbayun y la dividimos en dos tramos, primero fuimos al mirador de Iso para poder disfrutar desde las alturas de una de las vistas más espectaculares que se ofrece de nuestra orografía. Nunca defrauda, las paredes que encauzan el río y que son hábitat de cientos de aves son un regalo para los sentidos.

Tras tomar y tomarnos las obligadas fotos seguimos bajando por el viejo puerto de Iso; casi abajo vimos un parquin y allí que nos detuvimos, al fondo se intuía un camino que se perdía en la maleza, prometía algo interesante y nos invitaba a entrar, aceptamos con gusto y cumplió con su promesa, una estrecha pero cómoda vereda que tiene una solida pared a un lado y el corte hacia el río al otro te lleva entre robles y bojes hasta el mismo lecho de las cristalinas y cantarinas aguas que unos metros más adelante se adentran en el desfiladero de la foz, las tornas han cambiado y ahora son las rocas las que te miran desde las alturas y te hacen sentir diminuto. Las aguas entran entre piedras grandes y claras cubiertas de musgo con caprichosas formas que forman un cauce encantado. Cuando ya no nos cabía más naturaleza en los ojos volvimos a la carretera para rematar la excursión con el tercer templo del día: la preciosa ermita románica de Santa María del Campo en Navascués donde dimos cuenta de la tortilla de patatas, menú excursionista donde los haya. Ya cayendo la noche dimos marcha atrás en nuestro viaje para volver a casa y esperar a la próxima escapada.

Os la contaré. Besos pa'tos.

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