El año que hoy despedimos ha sido el de la jubilación para el maestro Daniel Pérez Remón. Sangüesino, vecino de Pamplona, ha dedicado 45 años, un mes y 8 días de su vida a la docencia, desde los 19 hasta los 65. Pérez accedió a Magisterio tras cursar sexto y reválida. El caso es casi extraordinario en su generación e irrepetible en las venideras, con los planes de educación vigentes.

Su trayectoria es un recorrido por la escuela rural, unitaria, la escuela de concentración y de barrio, y aporta una mirada a las aulas del pasado y del presente desde su definitivo destino, el colegio público Lago de Mendillorri. en el que ha ejercido durante los últimos 20 años, cuatro de ellos como director.

"Fue un reto personal después de tantos años de magisterio, me planteé si era capaz de hacerlo. A veces, hay que comprometerse, no basta con dar clases. Pero a mí lo que me gustaba era el contacto directo con el alumnado".

Daniel Pérez desarrolló temprano esta vocación, y eso que se hizo maestro aconsejado por su madre que miraba por su futuro. "Una carrera corta de tres años era lo que nos podíamos permitir en casa", recuerda. Y como él, en su época surgieron muchos docentes. La carrera se cursaba en tres años, dos de clases y el tercero de prácticas. Pérez las hizo en Berriozar y acabó gustándole. "Finalizar y a currar. Somos la generación del trabajo", resume.

El curso 1974-75, con 19 años cumplidos, se estrenó en la escuela unitaria de Liédena, donde ejerció como interino hasta abril del 76, año en el que aprobó las oposiciones. En 1977 pasó a formar parte del cuerpo de maestros. Entonces llegó "el parón de la mili" (15 meses en Carabanchel). En 1978 retomó la docencia en Lumbier.

LA NUEVA ESCUELA

Daniel Pérez representaba a las nuevas hornadas de jóvenes profesionales que entraban a las aulas con nueva energía y conectaban con la chavalería. Rompieron moldes de métodos caducos de enseñanza que rezumaban las viejas escuelas nacionales en las que maestros y maestras, "don y doña", eran elegidos por los ayuntamientos y daban la lección con el puntero desde la tarima. Forjaron el diseño de una escuela moderna, mientras convivían con nuevas familias en las fondas rurales.

Al final de la década de los 70, muerto el dictador, nuevo régimen y aires nuevos cargados de reivindicación se filtraban en las escuelas. El curso 1978-79 estuvo marcado por una larga huelga sin precedentes en favor de mejoras laborales y salariales para el gremio.

Bera de Bidasoa fue su primera plaza un año después y entre esta localidad y Lesaka transcurrieron los siguientes 17 años de su vida laboral. Pasaba de la escuela rural a la de concentración. "Nadie pedía entonces esos pueblos tan lejanos en los que yo disfruté de una docencia distinta, nueva, en la que incluimos cocina y huerto, y también de un extraordinario ambiente. La integración fue fundamental. Aprendí euskera, txistu, me ocupaba de la pelota, participé del carnaval... Y forjé muy buenas relaciones que hoy conservo".

En 1997 se trasladó a Pamplona al colegio de Mendillorri desdoblado después en cuatro centros con sus correspondientes equipos directivos. Pérez pasó en el 2000 a el Lago de Mendillorri (castellano modelo A y G) y asumió la dirección rodeado de un buen equipo. "No es fácil poner en marcha un colegio que parte de nada, seguir las obras, toda la burocracia y además, dotarle de una filosofía", mantiene.

Lo suyo eran las aulas y a ellas regresó como tutor de 5º y 6º de primaria hasta alcanzar la jubilación que celebró con mascarilla y un centro sin alumnos. "Nadie estaba preparado para ello, pero todo el mundo ayudó. Quien más sabía a nivel informático aportó su conocimiento y yo incluso me apoyé en mi hija para sacar adelante las clases, y aquello funcionó". Así llegaron al mes de junio cuando recibió una despedida que él define como "atípica", pero reconoce que le llegó el calor de las familias y de sus compañeros.

Cerca de medio siglo ha transcurrido desde la pizarra a las clases no presenciales de videoconferencias que Daniel Pérez ha dejado atrás con un presente marcado por los avances tecnológicos y con nuevas generaciones de Magisterio "que vienen muy preparadas, sobre todo en idiomas y nuevas tecnologías", matiza.

De la pizarra a la videconferencia, el mundo de la enseñanza ha cambiado en este aspecto, pero a su juicio, "falta contacto con el chaval y hay exceso de informes, estadísticas, notas y de intromisión de padres y madres", declara quien considera que la profesión no está valorada. A pesar de todo, volvería a ser maestro, sin duda. "Es lo mejor que me ha pasado. Me ha dado economía para vivir y he disfrutado".

Es precisamente lo que desea a las nuevas generaciones: "Que disfruten, que les guste la profesión, que dediquen tiempo y traten bien los casos difíciles". Por algo dicen de él quienes le conocen que ha sido "un maestro entusiasta con una mano especial para el alumnado difícil". Y emoción no le falta cuando antiguos alumnos le reconocen y recuerdan la huella que dejó quien supo transmitir pasión por la lectura, los viajes o la geografía. Viajar sigue en el horizonte de Pérez, que afronta el futuro como posible maestro voluntario de emigrantes. Ahora, de adultos.