"Tenía la caldera a ochenta, noventa grados y casi no hacía calor en casa. Los radiadores sí que estaban ardiendo y de lo calientes que estaban tuvimos muchos problemas de dilatación. Las piezas se rompían constantemente", recuerda José Antonio Pidal, vecino de la Txantrea que desde 2018 tiene su casa rehabilitada y que ha ejercido de dinamizador y promotor de las bonanzas del proyecto en el barrio.

José Antonio comenta que en el momento en que apagaba la calefacción la casa se enfriaba enseguida: "La pérdida de calor era inmediata porque no había ningún tipo de aislamiento. Por ejemplo, tenías la calefacción a tope hasta la hora de dormirte, la bajabas a la noche y te levantabas a la mañana siguiente con 15 grados como mucho. Era un gasto inútil", se lamenta. Debido a la falta de aislamiento, también aparecían humedades por condensación en las paredes de las habitaciones. "Movías el armario y estaba todo negro, había mucho moho. E incluso, compañeros de portal me dijeron que se les había podrido algunos muebles", asegura.

Tras la rehabilitación energética, José Antonio ha reducido su gasto en calefacción y, sobre todo, ha ganado en nivel de vida: "No se pierde nada de calor. Puedo dormir con las ventanas volteadas y levantarme a 22 grados. Hemos ganado dos, tres, cuatro grados con la envolvente. Se iguala todo, ya da igual tener una habitación en cara norte o en cara sur", señala. Además, su caso ha servido para que otros vecinos se animen a dar el paso. "Ahora hay una cadena de gente pidiendo la rehabilitación que hicimos nosotros", finaliza.