ola personas, ¿cómo van las cositas?, bueno, pues hala, p'alante que no queda otra.

Yo esta semana he tenido un paseo que no olvidaré jamás, he estado en un sitio que llevaba 63 años queriendo pisar, al fin lo he conseguido y no me ha decepcionado. Os cuento.

Por medio de una amiga el párroco de San Saturnino nos ha recibido esta tarde de viernes y nos ha hecho una visita guiada y en profundidad por su parroquia, la cual ha incluido subir a la torre que tiene por remate el famoso y pamplonesísimo gallico de San Cernin.

La cita era a las 17 horas y ahí estábamos todos los citados, éramos cuatro más el párroco anfitrión D. Cesar Magaña Felipe. Sus explicaciones han comenzado antes de entrar hablándonos del pocico de San Saturnino donde dice la tradición que fueron bautizados los primeros cristianos de la vieja Iruña allá por el siglo III. De cara al templo nos ha hecho ver que la puerta primera y principal fue la reformada, pequeña y dieciochesca que se abre a la calle Campana y por la que cada 29 de noviembre sobre andas y acompañado por cabildo, ayuntamiento y demás parafernalia sale el Santo en solemne procesión a pasear por su barrio y a dejarse ver por sus vecinos para que le saluden y le pidan lo que hayan menester. Hemos abandonado la fachada principal y hemos tomado la calle Ansoleaga para entrar a la iglesia por la puerta que, ubicada frente a ese rincón de Sevilla trasportado a Pamplona que es el oratorio de San Felipe Neri, da paso al estrecho pasillo que nos ha llevado a la sacristía. La sacristía es muy amplia y muy típica del siglo XVIII, está tan bien conservada que incluso el papel pintado que recubre todas sus paredes es el original de la época, en el frente el consabido mueble cajonero para albergar casullas y demás ropas talares realizado en una sobria y elegante madera de nogal, sobre él una virgen con niño, un crucificado y un par de espejos barrocos, en el lado contrario otros dos espejos y una talla de San Eloy patrón de los joyeros. En el centro de la sacristía un curioso mueble: lo que a la vista es una especie de mesa con tapas abatibles en realidad es un enorme armario en vertical que profundiza 3 metros , bajo las tapas cuelgan capas pluviales, dalmáticas y otra gran cantidad de ricas ropas propias de las grandes celebraciones.

Hemos abandonado la sacristía y Cesar ha abierto una puerta por la que por fin me iba a dar paso para empezar a subir a ese sitio que tantas veces, durante toda mi vida, he visto desde abajo y que tantas veces me he preguntado ¿cómo será ahí arriba?. Hemos empezado a subir los estrechos y altos 161 peldaños que llevan al cielo del viejo burgo de los francos y enseguida ha quedado patente que la cosa iba a requerir un pequeño esfuerzo. A un tercio del camino una portezuela da acceso a un espacio en la base de la torre de planta cuadrada que deja ver hacia arriba toda su inmensidad, todo ese gran volumen vacío que solo sirve para disponer de un lugar alto desde el que poder otear el horizonte y ser vigía ante la llegada de un posible enemigo. Hemos vuelto a la pétrea escalera de caracol realizada con un sinfín de piedras de sillería talladas en curva con una precisión más propia de una cortadora laser que de la maza y el cincel de un cantero medieval, unos cuantos resuellos y resoplidos más arriba por una puerta de arco ojival hemos accedido a una pequeña terraza que nos ha puesto Pamplona a nuestros pies. La tarde era soleada y la Nikón se ha puesto en modo metralleta, no sabía que blanco elegir, todo me valía. Por la derecha lo más lejano en el horizonte el cabezón de Echauri, ya en terrenos urbanos el barrio de San Juan, las copas de los árboles de Taconera y Antoniutti y por delante el confuso caserío de lo viejo visto por sus tejados, la torre de San Lorenzo y la torre de San Fermín nos permiten ubicar el lugar, el Hotel de los Tres reyes se muestra regio y tras él las torres del Singular, viniendo hacia nosotros vemos las escuelas de San Francisco y el edificio de la Agrícola y a nuestros pies la capilla de la Virgen del Camino. Entre el mar de tejados sobresale la iglesia de San Nicolás que se ve diminuta desde nuestra privilegiada atalaya. La verdad es que la ciudad en general se ve pequeña, Carlos III parece enano, el efecto óptico hace que los caídos se vean mucho más cerca de lo que en realidad están. Sería inacabable enumerar todo lo que se ve porque se ve todo, es nuestro tentador "tibi dabo": el edificio Aurora, el de la VascoNavarra, la torre de redentoristas, la secuoya, la torre de los escolapios, la de San Agustín, el seminario, y frente a frente la majestuosa fachada de la catedral que el sol de la tarde teñía de albero. El limite por la parte izquierda de lo que alcanza la vista es el Palacio de los Reyes de Navarra. Es decir, que excepto lo que queda al otro lado de la iglesia que son la calle Mayor, Jarauta , Descalzos , San Lorenzo y adyacentes, se ve todo el Pamplona que está sobre la meseta.

Hemos bajado con cuidado, porque la escalerita de marras tiene aviesas y pregonadas intenciones y de nuevo en tierra, el párroco nos ha hecho las labores de un gran cicerone y nos ha explicado con gran conocimiento todo lo interesante que hay que saber sobre el segundo templo de la ciudad. Hemos empezado por la capilla de la Virgen del Camino, la Virgen viajera que un buen día del siglo XV apareció sobre una viga nadie sabe cómo. Reclamada por el pueblo riojano de Alfaro fue devuelta pero ella, erre que erre, volvió a aparecer en su viga. Repatriada por segunda vez, repitió el viaje y volvió a hacerse presente en la famosa viga que está a unos quince metros del suelo. Tras este tercer viaje nuestros ancestros decidieron que se debía de quedar aquí porque era manifiesto que esa era su voluntad. Pasados unos siglos en el XVIII decidieron cargarse el claustro gótico de la iglesia y levantar la barroca capilla que alberga a la querida Virgen de plata.

Hemos pasado a continuación al templo antiguo y Cesar se ha extendido a placer en todo tipo de interesantes explicaciones sobre santos y capillas. No es cuestión de contarlo todo aquí porque hay que verlo, tiene unas cuantas piezas ciertamente importantes. A la cabeza de ellas un "Llanto por el Cristo muerto" de la escuela de Amberes del que ya hablé hace unas semanas.

Finalizada la visita hemos salido a la calle para entrar en otro lugar que también estaba yo deseoso de conocer y que hoy me he sacado la espina: el barroco oratorio de San Felipe Neri, pero ese lo veremos otro día, hoy ya no hay sitio.

Sed buenos.

Besos pa tos.