Carlos Ortega Navarcorena se durmió en la Paz del Señor en la madrugada del día 18 de mayo de 2025.

Se nos ha ido uno de los últimos doradores de nuestra tierra, un oficio desaparecido y olvidado, que entronca con la tradición existente desde antiguo en la parte vieja de Pamplona, en la zona colindante a la Catedral.

De este oficio él hacía gala siempre que se le presentaba la ocasión. Lo aprendió de muy joven, siguiendo las normas de la tradición establecida, con un Maestro Dorador de la calle La Merced, próxima al colegio de La Providencia donde pasó interno gran parte de su niñez. Completó su formación como dorador en una importante empresa de ebanistería de Pamplona.

Su vida laboral ha estado siempre relacionada con la madera. En los años 70 inició la aventura de formar su propio taller de “dorador sin tienda” en Villava. Allí, poco después, y a causa de la desaparición paulatina de su oficio primigenio, optaría por la ebanistería, oficio que ejerció con esmero y pulcritud durante toda su carrera. Era conocido como El carpintero de Villava para unos, C. Ortega ebanista para otros. Fue dorador, tallista, ebanista, restaurador; siempre buscaba la perfección en cada obra realizada. Era minucioso, meticuloso y exigente; el tiempo no contaba para él, solamente tenía en cuenta el resultado final: el trabajo bien realizado.

Para completar su amplia experiencia laboral, hay que resaltar su faceta como restaurador de muebles, que ejerció tanto de manera directa como mediante la enseñanza. Fue monitor de Restauración de Mueble en Elizondo y Valle de la Ultzama, lugares en los que dejó su buen hacer como profesor.

Además de dominar la madera, su gran afición era el modelismo naval, que había comenzado de bien joven al caer en sus manos unas revistas de modelismo argentinas, “Hobby”. Con el paso de los años, ésta se acrecentaría de tal forma que acabaría siendo la gran pasión de su vida. Pasaba horas estudiando planos, leyendo libros de historia naval, o analizando la época de construcción de sus modelos, así como los materiales adecuados a la escala que escogía para cada uno de ellos.

Una vez jubilado, añadió un reto a los materiales de su astillero: la eboraria. Realizó varios modelos de pequeño tamaño en marfil que suponen el culmen de todos ellos, realizados con minuciosidad y precisión exquisitas.

Su trabajo fue reconocido en varios certámenes nacionales e internacionales. Fue altamente galardonado con primeros premios, medallas de oro y plata; e incluso fue reclamado como ponente en congresos y ejercer de jurado en importantes concursos estatales.

Se consideraba pacifista. Hacía gala de ello. Queda patente en la gran colección de barcos en miniatura que nos ha dejado para su recuerdo y disfrute. Ninguno de sus modelos lleva cañones o armas bélicas, como se puede comprobar visitando su astillero virtual:

https://carlosortegamodelista.es/