Dos seres vivos y dos objetos creados por los humanos, son unos símbolos de fuerte importancia dentro de la historia soberana del Reino de Nabarra. Lo son, porque forman parte principal de los emblemas que portaron cada una de las cuatro Órdenes Militares y de Caballería que se constituyeron en el Estado nabarro, todo ellas bajo la exclusiva protección de monarca nabarro de turno.

Antes de hablar de dichas Órdenes nabarras, debemos conocer brevemente que eran en origen, las Órdenes Militares y de Caballería.

Normalmente se considera que estas órdenes tuvieron su origen y fueron de carácter religioso-militares, siendo creadas en el contexto de las Cruzadas como sociedades de caballeros cristianos, conocidos en latín como miles Christi. Supuesta e Inicialmente su cometido era la defensa de los Santos Lugares y posteriormente se dedicaron a la propagación o la defensa de la fe cristiana y protección de los caminos de peregrinación, ya fuera en Tierra Santa o en otros lugares. Estos caballeros de las órdenes militares estaban sometidos a los votos canónicos de las órdenes religiosas correspondientes, considerados como mitad monjes, mitad soldados. Todas ellas debían ser ratificadas por el Estado Pontificio mediante una bula, es decir, debían ser sancionadas por el emperador cristiano de turno. Posteriormente muchas de éstas órdenes se secularizaron.

Pero como la mayoría de las historias dentro del marco de la Cristiandad, el origen de las Órdenes Militares y de Caballería también tuvo su inicio en una leyenda. Así pues la primera Orden Militar se creó en el año 312 de nuestra era. El emperador Constantino el Grande, en vísperas de la batalla contra Majencio en puente Milvio, vio una cruz en el cielo con el lema In Hoc Signo Vinces (Bajo este signo vencerás). Constantino hizo caso, llevando el signo a batalla. Tras la victoria dio libre culto a los cristianos, y armó a los primeros cincuenta caballeros, que formarían la Caballería Aurata Constantiniana, que llevaban por emblema el lábaro.

Bien dicho esto y basándonos en documentos históricos de la humanidad y no en leyendas religiosas, el Reino de Nabarra o Reino de Pamplona, Aragón, Nájera, Gascuña, etc., puede presumir o en su defecto avergonzarse, de haber creado las dos Órdenes Militares y de Caballería más antiguas de la historia europea y mundial.

La Orden de la Encina o del Roble:

Esta Orden de filosofía cristiana y pese a ser corta en existencia, puede presumir de ser la Orden Militar más antigua de Europa y del mundo. Según diversos autores, la Orden fue creada por Garcia Iñiguez (852-882) para combatir a los musulmanes situados en las tierras vasconas de Aragón y Sobrarbe. Como es tradición en la mayoría de las Órdenes Militares y de Caballería existentes en Europa, también cuenta con su propia leyenda.

Cuentan las crónicas que tras preparar sus huestes para caer sobre los musulmanes en la villa de Ainsa, al elevar la vista al cielo para implorar la ayuda divina, vio sobre una encina enorme el símbolo de la cruz que era adorado por muchos ángeles. El rey creyó que aquello era la señal de la victoria y puso la cruz sobre su pecho y ordenó a las tropas que hicieran lo mismo y triunfaron. Tras sucesivas victorias logró expulsar a los mahometanos de esa villa y las colindantes tierras nabarras.

Su divisa fue una encina o un roble de sinople, sobre un medallón de oro, y una cruz ancorada de gules. Este emblema fue transmitido al escudo de Sobrarbe siglos posteriores, con alguna alteración, más o menos consecuente, en su adecuación heráldica.

Orden de la Jarra o de la Terraza o de las Azucenas:

Esta es la segunda Orden militar creada en el Reino vascón y también la segunda creada si miramos el resto de Europa, según la documentación existente. Esta Orden fue creada en Nájera y la mayoría de historiadores nos informan que fue en torno al año 1040, para rendir honor a la imagen de Santa María La Real.

Fue una Orden para caballeros favorecidos y los hijos de Garcia Sanchez III el de Nájera. Así pues, a parte de sus cinco hijos, recibieron el collar con la divisa de la Orden importantes tenentes del Estado nabarro, incluidos el señor de Bizkaia y sus dos hijos en el año 1046.

Como no podía ser menos para los cronistas de la época, la creación de la Orden de la Jarra va unida a una leyenda, siendo esta la misma que para la construcción del Monasterio Real de Nájera.

Según cuenta la leyenda, desde que se encontró, Garcia Sanchez III se encontraba de caza con su halcón, el cual se lanzó a perseguir una paloma. Ambas aves se pararan a la entrada de una cueva bajo una imagen de la Virgen, la cual estaba junto a un jarrón de azucenas. Por ello, Garcia Sanchez III decidió construir un monasterio cercano a la cueva, que sería el Monasterio de Santa María la Real de Nájera y crear la Orden de la Jarra.

Esta Orden nabarra desaparición tras el asesinato del hijo de su fundador, el cual también fue asesinado en la invasión castellana del año 1054, concretamente en la batalla de Atapuerca, en la que estuvieron presentes los caballeros nabarros de la Orden de la Jarra. Así pues su segundo y último gran maestre fue Sancho Garces IV el de Peñalen que murió asesinado a manos de un complot castellano en alianza obligada con los musulmanes de Zaragoza. Esta muerte facilito la ilegal invasión y ocupación de la tierra vascona de la Rioja por las tropas castellano-leonesas.

Como curiosidad, los caballeros de la Orden del Temple, cien años más tarde, de una forma u otra, evocaron, nombraron e incluso se identificaron de alguna manera, con esta Orden Militar y de Caballería de Nabarra.

Esta Orden de origen nabarro no debe confundirse con la Orden española de la Jarra y el Grifo, creada por el infante castellano Fernando de Antequera en el año 1403.

La divisa de la Orden nabarra es una jarra con azucenas, encontrándonos entre tres y siete flores dependiendo de la pluma que nos lo indique. Las cadenas junto a los colgantes del jarrón de azucenas de collares, estaban tanto hechos de oro como de plata. Con la entrada de la heráldica a las tierras vasconas incluido el escudo del Monasterio de Nájera, también pasaron a formar partes de los escudos de diferentes familias e incluso me parece reseñable están presentes en el escudo de Begoña-Bilbao, siendo el jarrón y las azcucenas de oro o plata indistintamente y mayoritariamente se encuentran sobre campo de gules o azur, incluso junto a otros elementos heráldicos, flores de lys, Báculo, etc., y contando en algunos casos, aquellos que tienen el campo de azur, con una bordura de gules y una cadena pomelada distintiva de Nabarra, la cual pasó posteriormente a ser una cadena de eslabones.

Estas dos Órdenes Militares y de Caballería nabarras, son anteriores a las Cruzadas y pudieron servir como ejemplo a todas las demás Órdenes que se crearon, no solo las otros dos que se fundaron en el Estado de Nabarra, sino especialmente entorno a las generadas Estado Pontificio de Roma y la importancia espiritual de Tierra Santa, pues cabe reseñar que la siguiente Orden que apareció fue en el año 1099, siendo esta la famosa Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, conocida tanto a nivel Europeo como Mundial.

Una vez ya creadas las conocidísimas en la actualidad Órdenes del Santo Sepulcro de Jerusalén (1099) y del Temple (1120), el Batallador rey nabarro Alfonso I, crea la única Orden Militar y de Caballería perteneciente al Estado de Nabarra, bajo los verdaderos criterios de Cruzada, siendo una verdadera Militia Christi, además de contar con unos objetivos muy similares a los que poseían esas dos Ordenes creadas en Palestina y que fueron sancionadas en el Estado Pontificio de Roma.

La Orden de San Salvador de Monreal:

Es en el año 1124 cuando el Batallador monarca de Nabarra funda esta Orden Militar, también religiosa, de Caballería en Monreal de las tierras de Teruel. En esta Orden se integró la Cofradía de Belchite, la cual había sido fundada dos años antes por el mismo rey vascón.

En el acto fundacional estuvieron presentes varias figuras eclesiásticas, abades y prelados de al menos tres Estados (Nabarra, Papado, Castilla y León), entre las me gustaría mencionar al legado del Papa y abad de la Grasse, al arzobispo de Auch y el abad de San Salvador de Leire.

Fue el gascón arzobispo de Auch el encargado de redactar la carta fundacional. En ella, se pueden ven todavía, claros y firmes, los objetivos que tuvo la Orden. Estos eran, primordialmente, someter a los sarracenos y abrir un camino a Jerusalén pasando el mar Mediterráneo.

Sus miembros y bienhechores recibieron beneficios de cruzada. La Orden tuvo su primera base en Belchite y posteriormente en Monreal, recibiendo una zona de influencia por parte del rey de Nabarra comprendida en el área del Jiloca y Teruel, hasta Segorbe.

Posteriormente y debido a la muerte de Alfonso I de Nabarra la Orden fue disuelta o mejor dicho adsorbida por otra.

Alfonso I murió como consecuencia de las heridas sufridas tras la derrota en la batalla de la ciudad de Fraga, la cual estaba defendida por “los moros” y su aliado el templario Berenguer IV, conde de Barcelona, Gerona, Osona y Cerdeña. Hay que saber que solo diez caballeros cristianos salvarían la vida, entre ellos estaba Garcia Ramirez, señor de Monzón, Logroño y Tudela, futuro rey de Nabarra conocido como el Restaurador.

La alianza entre Castilla y León con Barcelona, supuso la pérdida de las tierras vasconas de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, junto a las recientemente reconquistadas a los musulmanes en las tierras de Zaragoza y Teruel. Así pues fue el emperador Alfonso VII de Castilla y León en el año 1136, quien llama a la Orden, de origen nabarro, San Salvador de Monreal, como Militia Caesaraugustana,

Posteriormente a ello, la Orden Militar-Religiosa originaria de Nabarra, llega a un acuerdo con el templario Ramón Belenguer IV, conde de Barcelona y ya titulado como príncipe de Sobrarbe y Ribagorza, además de prínceps o primus inter pares (el primero entre iguales) de Aragón, quedando incorporada la Orden de San Salvador de Monreal dentro de la Orden del Temple en el año 1343, siendo este acto ratificado por el Papa Eugenio III en el año 1150.

La divisa original de la Orden de San Salvador de Monreal, fue una cruz ancorada de gules sobre un manto de plata. Tras las ilegitimas acciones castellanoleonesas y barcelonesas, junto a su “forzada” incorporación a la Orden del Temple, se le añade en el centro de la divisa una M dentro de un círculo, pudiendo ser ésta bien de Monreal o bien de Militia.

Orden del Lebrel Blanco y de la Buena Fe:

Esta Orden del Lebrel Blanco, más que Orden militar fue de caballería, fue fundada en el año 1391. La creó el rey de Nabarra Carlos III de Evreux, imitando casi plenamente en estatutos y demás, a diversas Órdenes francesas. De carácter puramente honorífico para sus miembros, también fue titulada como de la Bonne Foi, aunque hay quien afirma que fueron dos Órdenes diferentes. Su desaparición ocurre en el año 1425 coincidiendo con la muerte de su fundador.

Pese a su carácter primordialmente honorifico, en el año 1393, 56 caballeros de la Orden del Lebrel Blanco, fueron enviados por el monarca nabarro Carlos III el Noble a la villa Cherburgo, para recuperarla primero y organizar su defensa después. Todo ello tuvo momo conclusión la devolución de Cherburgo por parte del rey de Inglaterra a Nabarra, en el año siguiente.

En el año 1403, otros caballeros de esta misma Orden, acompañaron al rey del Estado de Nabarra durante dos años, en unos viajes que sirvieron para gestionar la cesión del castillo y de la villa de Cherburgo, junto a los condados de Champagne y Evreux al rey de Francia, a cambio de una cuantiosa cantidad de dinero, junto al ducado de Nemours.

El primer príncipe de Biana y legítimo heredero al trono de Nabarra, Carlos de Trastámara y Evreux, fue miembro de la misma a la temprana edad de los dos años. Ya de adulto, en una de sus innumerables divisas personales, complicada y de carácter paraherádico ella, aparecía un lebrel blanco, junto a unas hojas con fruto del castaño, además del trifolio o tripe lazo junto a la letra K (Karolus).

Bien, así pues, la divisa de la Orden era un lebrel blanco. Los caballeros portaban un manto largo y los callares de la Orden eran tanto de oro como de plata, resaltando unas hojas de castaño en su encadenado, de donde colgaba indistintamente en todos ellos un lebrel blanco. El estandarte de la misma era un lebrel blanco sobre fondo rojo, color de Nabarra.