stamos rodeados de listillos. Es acojonante los que hay por metro cuadrado desde que el coronavirus anidó en Europa cuando hasta entonces lo consideraban un cuento chino. Particularmente, no soporto a los políticos a posteriori, los que salen a toro pasado a pontificar sobre lo que habría que haber hecho y encadenan unos peros tras otros visto lo sucedido. Y entre estos, mi debilidad en estos crudos momentos de pandemia son los del PP, los mismos de los inventados hilillos de plastilina del Prestige, las falsas armas de destrucción masiva en Irak o las erróneas identificaciones del Yak-42. Lo peor del caso radica en que los sabiondos no se limitan al despiece al por mayor de la política sino que han germinado por doquier, con ese punto de pedagogía displicente con quien confiesa sus dudas razones sobre casi todo. Hasta el punto de que en cada bloque de viviendas residen expertos no ya en medicina y en concreto en epidemiología, que por supuesto, también en gestión de emergencias -sanitarias o de cualquier otra índole-, estadística, antropología o psicología social, entre otras disciplinas. Nótese que con un presunto conocimiento tan torrencial como súbito que obedece a un formidable esfuerzo de lectura memorística en lugar de comprensiva, sin proceder además a un cribado de fuentes para distinguir entre verdades y bulos. Estas gentes abonadas al ya lo decía yo, guiadas a menudo por el impulso típicamente narcisista de crecerse ante los demás, constituyen un grave peligro para la sensatez colectiva por el terrible efecto propagador que procuran Internet y singularmente las redes sociales. Sus víctimas potenciales deben cuidarse de esos enterados de saldo para poder forjarse así una opinión fundada sobre la base de informaciones contrastadas con datos suficientemente purgados, la clave para poder emitir juicios solventes. Y ya perdonarán el atrevimiento, pero solo los medios de comunicación integrados por periodistas profesionales ofrecen ese servicio público con mayúsculas en tiempos críticos como el vigente del coronavirus, en el que está en juego la vida de todos y cada uno. Sépanlo ustedes.
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