Franco designó al príncipe Juan Carlos sucesor en la Jefatura del Estado (1969). Con título de Rey. Atado. El pacto constitucional nos lo encajó en la Carta Magna (1978) como "monarquía parlamentaria". Bien atado. Por cautela reconocida, se evitó una expresa consulta sobre el modelo de Estado. El referéndum constitucional estaba ganado: la única gatera posible para salir de la dictadura hacia un horizonte de libertades. Disyuntiva siempre latente: ¿monarquía o república? Con una variable descafeinada: la adscripción al juancarlismo, filia personalizada superadora de la supuesta fobia a una institución no democrática. Pues, ya ves. Descontado su papel dudoso en momentos delicados de la Transición, sus escándalos han arrumbado al personaje opaco, inviolable e inmune. Cobertura legal y vergonzoso silencio de políticos y periodistas por espurios "intereses de Estado". Ni ignorancia ni ceguera. Sumisión y oportunismo. Otra vez, el debate. El Parlamento de Navarra encarga un Barómetro de Opinión Pública, herramienta demoscópica para conocer la actitud de la ciudadanía sobre diversos asuntos. La mayoría que apoya al Gobierno de coalición solicitó la inclusión de una pregunta sobre monarquía o república. El PSN, unido a su aliado estadísticamente más natural en Navarra la derecha, lo rechazó. El PSOE y su servil franquicia foral están por la labor de una revisión del modelo constitucional. Palabrería. Nunca encuentran el momento. Muletilla recurrente: "la ciudadanía tiene ahora otras prioridades y otras necesidades". El socialista Alzorriz criticó la hipocresía de "quienes se rasgan las vestiduras" por la salida del rey emérito y no "cuando sale un asesino de la cárcel y se le hace un homenaje". Olvida el homenaje (indulto parcial y relajación penitenciaria) a Barrionuevo y Vera (GAL-1998). Un barómetro orienta sobre la evolución del clima. Pronostica, no decide. Ni hay nada que hacer. No quieren saber. Por si les compromete.