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El sitio de mi recreo

Víctor Goñi

Censura que algo (nefasto) queda

l impostor Abascal, ese marajá de la política porque de ella ha comido toda su vida aunque se proclame como un regenerador del sistema, se presenta hoy en el Congreso como el presidente imaginario de todas y todos. Porque en realidad asistimos a una moción de censura condenada al fracaso aritmético, además de que parte con el menor número de apoyos garantizados -los 52 diputados de Vox- de las cinco presentadas en democracia incluida esta última, y porque no se dirige al conjunto del electorado sino al ubicado en el costado más a la derecha de la diestra clásica. Y es que esta prestidigitación de Abascal se articula como una OPA hostil contra el PP, al que ha fracturado internamente erosionando el liderazgo interno de Casado, ahí están las diferentes posiciones exhibidas por Aznar (rechazo), Álvarez de Toledo (abstención) o Aguirre (apoyo). Quiere decirse que la operación ya le ha salido tan rentable a Vox en la cuita entre las derechas como calamitosa al objetivo falazmente declarado de desalojar a Sánchez de la Moncloa. Más allá de que la gobernanza estatal continúe en clave progresista, porque el cierre de filas contra la extrema derecha resulta el mejor pegamento del Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos, posibilitado a la postre precisamente por el alza electoral de Vox sobre el fundamentado pretexto de la corrupción del PP. A lo que añadir el impulso que esta moción de censura le va a propinar a Sánchez para intentar aprobar unos Presupuestos que sustituyan a los prorrogados de Montoro, en el marco de un diálogo transversal entre las fuerzas refractarias a las derechas, un todo monolítico por cierto cuando se trata de gobernar allí donde se pueda. Sin embargo, la democracia en sí misma pierde con la moción de censura de Vox, en el sentido de que a más protagonismo de la ultraderecha, mayor toxicidad del debate público. Porque su discurso maniqueo e insultante, maximalista y mendaz, representa la entronización de la antipolítica y perpetra una sostenida deslegitimación institucional. Esa polarización nada tiene de casual, pues persigue concienzudamente el desistimiento del elector posibilista y templado para sobreprimar al más radicalizado y esencialista. Censura que algo queda, sí, ante todo ponzoña.