Hay que felicitar a los talibanes. Han sabido aprovechar todas las circunstancias adversas para hacerse con el poder, ante el asombro del mundo. Empezaron como unos simples seminaristas estudiantes del Corán y han terminado los dueños del país y con el apoyo nada menos que de China y Rusia, lo que da el pestazo de que se trata de una lucha entre potencias y lo de menos es la religión, la venganza del atentado de las torres gemelas, el mercado del opio de Afganistán, las mujeres, el código talibán de reventar monumentos, casar a las niñas a los 12 años y cosas de este calibre, que ponen los pelos de punta a cualquiera que no vive en la Edad Media.

EEUU, Europa, más de 50 países han tenido allí sus ejércitos para garantizar la creación de una democracia, dicen ellos, y lo que han mantenido es la corrupción más burda de una democracia a través de los señores de la guerra, que son los que manejan el dinero, la pasta gansa, con los demócratas de pacotilla. El cuento de nunca acabar. La colonización, con colonos de casa y de fuera. Y ahora que se han hecho con el poder los talibanes, toca rasgarse las vestiduras y crujir de dientes de los hipócritas mandatarios que se dicen democráticos y nos hacen creer que esto que vivimos en Occidente es lo mejor que nos puede pasar, lo menos malo posible. Que no cuela. Bueno. Sí cuela, porque la mayoría de la gente da el visto bueno a la chita callando. Y así se escribe la historia. Ahora, allí, en Afganistán, la democracia está pudriéndose de vieja en la exquisita mierda de la gloria del régimen talibán.