ay personas de una valía extraordinaria capaces de encender nuevas mechas a su alrededor. Carlos Bardají es uno de ellos. Admirable saber que hay gente con tanta vocación, que se remanga en la vida, que de sus manos dependen vidas y esperanzas pero además contagian sus ganas, su solidaridad, su capacidad de entrega. Hace falta gente así más que nunca. Gente que, además de sostener la salud de los demás, mira a los ojos de la persona enferma y le proyecta toda su energía. Y que sabes que pelea por ella. Eso también sana. El que es jefe del servicio de Cirugía Pediátrica del CHN prepara su expedición número 28 a Senegal y Gambia con su ONG Hope&Progre, lleva operados a 1.000 pacientes pediátricos y ya está pensando en volver. El covid no frena a gente tan luchadora. Comenzó su trabajo solidario visitando colegios en campamentos de refugiados saharauis. Por cada mil alumnos le salían 200 a los que pasar por el quirófano. Gente de este pelo es la que te encuentras de vez en cuando y te deja tocada. Celadoras como Marta, desde el servicio de Oncología del Complejo Hospitalario de Navarra, que acompaña en cuerpo y alma a las heroínas que tiene en cama, que pinta soles y cimas en las paredes de los pasillos y arroja luz con su sonrisa a historias de superación. O oncólogos como Jose, en el hospital San Juan de Dios, que coge la mano de sus pacientes y se alía con su lucha día tras día. Humanizar la salud depende de las personas. Sin duda.