ames Rhodes, exitoso pianista afincado en España, comenta: “Hay una razón sobre por qué escuchamos después de 200 o 300 años a Bach, Chopin, Beethoven... ¿Vamos a escuchar a Bad Bunny dentro de dos siglos? Pues no, ni de coña. No digo que el reguetón sea una mierda, pero no entiendo la popularidad de este tipo de música”. Lo que se dice, en román paladino, meterse en un charco hasta el cuello y granjearse para siempre la enemistad de los amantes del trap latino y el reguetón, que es lo que al parecer hace Bad Bunny (gracias, Wikipedia).

Es un barrizal que en este artículo nos vamos a saltar, por si acaso y porque de todo ese desahogo de Rhodes preferimos quedarnos con lo que nos parece más interesante: ¿cuál es el motivo de que una música se oiga varios siglos después? Y, por extensión, ¿por qué hay obras artísticas cuyo brillo pervive mientras a otras -quizás mejores- las manda al olvido el viento de la historia? Por la frase inicial de Rhodes, él lo tiene claro: la única clave es la calidad. A Mozart se le sigue oyendo porque era muy bueno. Fin del debate.

Pero no nos acaba de convencer, porque en esto del arte nos parece que a menudo es muy difícil separar lo que tiene calidad de lo que gusta a una mayoría. Dos ejemplos: ¿por qué La Iliada y La Odisea perviven mucho mejor que La Eneida, escrita 600 u 800 años después, cuando no hay experto que niegue su gran calidad literaria? ¿O por qué a Galdós le tildaron de mediocre en su tiempo y ahora es más leído que todo el resto de sus coetáneos juntos?

Con una curiosidad añadida: ¿Quién nos dice que dentro de 100 años no cambian los gustos y La Eneida o Valle-Inclán lo vuelven a petar, porque es característico de todo estilo artístico volver a ponerse de moda décadas o siglos después?

Sería muy curioso oír un rato la música que se va a oír dentro de 200 años, pero no se puede ni aventurar. ¿O es que alguien predijo, ni siquiera pocos años antes, el heavy, el punk o el rap? Por tanto, Rhodes se ha tirado a una piscina sin agua.

Y, además, que no saque tanto pecho con la música clásica, porque es evidente que vive de rentas: ¿Qué sinfonía, concierto o gran pieza musical de orquesta del último medio siglo ha triunfado entre el gran público sin ser la banda sonora de una película? ¿Para eso hemos quedado? ¿Tantos años de solfeo, tanto instrumento y tanto músico para que un tipo con un seudónimo chistoso -y que canta Cuando perriabas, Ser bichote y Yo perreo sola- les coma todo el pan del morral?

James Rhodes lo tiene claro: la única clave es la calidad. A Mozart se le sigue oyendo porque era muy bueno. Fin del debate. Pero no nos acaba de convencer.