Lo peor del caso Garzón, ministro de Consumo, no es que se le haya echado encima esta derecha ultra que tenemos por unas declaraciones manipuladas hasta la médula, lo peor es que la mentira se ha instalado en la política. Ya. No es nuevo. Pero hasta ahora no habíamos visto la mentira como algo generado para la estrategia. O sea, basar la estrategia política en el daño que pueda generar la mentira en el adversario.Conocíamos la mentira en la política como arma para inflar presupuestos y manipular propuestas de un partido de cara a ganar unas elecciones.Conocíamos la mentira como argumento para explicar que aquellos presupuestos y aquellas propuestas no fueron posibles y se quedaron en agua de borrajas.Conocíamos la mentira, por supuesto, para escapar de las acusaciones de corrupción, aunque ésta fuera bien cierta.Pero lo que no conocíamos, o al menos no estaba tan extendido, era la creación de la mentira para atacar a un adversario político hasta machacarlo. Sí, triturarlo en base a esa mentira.La torpeza, en este caso, de los compañeros de gobierno, con su presidente a la cabeza, generando otra estrategia pero basada en la misma mentira (como si de una certeza se tratara), no tiene parangón.Las intervenciones del presidente de Aragón, Javier Lambán, y su petición de cese para el ministro, además de poner en un brete a Pedro Sánchez, no hacen sino incrementar la vergüenza ajena que a todos nos produce este caso y algunas declaraciones de lo más técnicas.Pero la intervención de García Page (merece la pena localizarla en redes), presidente de Castilla la Mancha por el PSOE, reencarnado en pescador de pezgorrines y pezterneras, al que el tamaño le trae al pairo y al que le da lo mismo un anzuelo que una red de arrastre (será porque nunca ha visto una cosa ni la otra), le va a generar un montón de amigos en la costa cantábrica cuando vaya de vacaciones para tomarse unos txakolis en las tabernas de los puertos.Este es el nivel. Todos a sus casas cuanto antes, por favor, y empecemos de cero.