or segunda vez, la candidata ultraderechista Marine Le Pen disputará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas tras lograr apaciguar lo más árido de su imagen y su discurso nacionalderechista. Le han favorecido la presencia de un candidato aún más extremista y la atenuación de su discurso, en el que a la estridencia del pasado con mensajes xenófobos le ha sustituido un discurso de orgullo patrio y seguridad cuya aplicación en forma normativa no dista de las pretensiones restrictivas del pasado. Es un fenómeno que cíclicamente se ha reproducido en otros países europeos y ha permitido a estas ideas influir en las políticas públicas de las democracias europeas, al menos en experiencias más o menos efímeras. En el caso francés, la reactividad de la mayoría de su ciudadanía a experiencias de este tipo ha parado en el pasado los pies a estas ideologías, aunque las agendas políticas de quienes les han batido se han visto afectadas por la necesidad de apaciguar la falta de respuestas de calado a problemas como la inmigración, la calidad de vida y acceso al consumo de bienes o el desempleo. Pero sería un error suponer que la integración de esas ideas en las políticas públicas servirá para su apaciguamiento o permitirá salvaguardar los principios de convivencia. En el caso español es muy obvio hsta que punto la irrupción de Vox ha condicionado la agenda de la derecha española, alejándola del centro y alimentando sus expresiones más dogmáticas y populistas. Ya fue un error normalizar sus discursos cuando al PP le hizo falta contar con su apoyo en Andalucía, lo que redundó en el relajamiento de las medidas asistenciales a las minorías, la formación en valores de igualdad y libertad de los menores en el sistema educativo o la protección de las víctimas de la violencia machista. Castilla y León supone un paso más en esa deriva y se auguran pasos atrás en materia de memoria histórica inclusiva, protección frente al maltrato y reconocimiento de derechos de las minorias locales. El pensamiento de la ultraderecha populista se aprovecha de quien la homologa sin atender más que a la conveniencia particular en función de la aritmética de los escaños. La intensa campaña en favor de estas ideologías desatada en España, con un despliegue mediático y una inversión económica intensa, tiene poco parangón en Europa y arrastra la vida política hacia modelos de sometimiento de las minorías y no de convivencia y garantía de igualdad.