Las grandes fortunas son las grandes fortunas, eso es así, creo. Y están ahí, claro. Y ojito con nosotras, suelen decir ellas, si face falta, de vez en cuando, sin necesidad de alzar mucho la voz. O sea, ya me entiendes, sin perder la alegría de vivir que las caracteriza. Porque, ¿qué sería de las grandes fortunas sin su alegría de vivir? Nada, no sería nada: una pena. Pero ¿qué sería de vosotros sin nosotras?, te suelen preguntar ellas con bastante arrogancia, pese a su buen humor y exquisita educación. Y entonces tú, pues, bueno, les sueltas cualquier cosa, lo que sea. Y ¿qué sería de vosotras sin nosotros? y blablablá. La típica cosa dialéctica de siempre, supongo. No obstante, por consiguiente, las grandes fortunas son tan grandes, que no solo son grandes fortunas, son algo más. Pueden hacer que los gobiernos (del pueblo, eso sí, creo) vacilen. Y lo hacen, vamos. Digo yo. Hay que atreverse mucho para intentar cobrarles impuestos a las grandes fortunas patrióticas que nos representan. Porque, vamos a ver, si tú fueras una de esas grandes fortunas que nos representan, intenta imaginártelo, por favor, Lutxo, haz un esfuerzo, piensa en Nadal si hace falta, ¿te haría gracia, ya sabes lo que te voy a decir, ¿no?, te haría gracia que unos tipejos que dicen ser del gobierno de no sé quién, unos jóvenes de universidad, te quisieran timar con el impuesto de esto y el impuesto de lo otro? ¿Qué les dirías? Que están mejor calladitos, ¿no? Ese es el tema, Lutxo. Lo que yo no entiendo es que, si tú no eres una gran fortuna, o sea, si no lo eres y votas a favor de las grandes fortunas, lo que yo no entiendo, digo, Lutxo, es cómo te comes eso de que tú pagues más impuestos que ellos? Desde su punto de vista, está muy claro. Eso no te lo niego. Lo que te pregunto es cómo te comes tú eso. Tú. Me entiendes, ¿no? ¿Cómo lo haces?