Cinco años después de la aparente fortaleza y unión exhibidas por el independentismo catalán que llevaron a la celebración del referéndum del 1 de octubre como hito dentro del procés, la situación política en Catalunya y el horizonte de la república trazado entonces son radicalmente diferentes y apuntan a una fractura que dificulta sobremanera el trabajo común y, con ello, la meta perseguida. Los últimos días han supuesto un duro ejercicio de realidad para el soberanismo, dividido en la estrategia a seguir. Ello ha llevado a una situación límite al propio Govern de coalición entre ERC y Junts, abiertamente roto pase lo que pase en la consulta a las bases que realizará la organización postconvergente para dilucidar si continúa o no en el Ejecutivo. Las relaciones han sufrido un deterioro que parece difícilmente reversible y que se ha trasladado a la calle y al independentismo en su conjunto. Pudo comprobarse hace una semana en la Diada y se confirmó el sábado con ocasión del quinto aniversario del 1-O, donde en ambas movilizaciones se produjeron insultos, abucheos y reproches a los dirigentes de ERC, en especial al president, Pere Aragonès. El continuado amago por parte de Junts de salir del Govern y, en especial, su exigencia de que Aragonès se sometiese a una moción de confianza ante lo que esta formación considera un incumplimiento de los compromisos de actuación hacia la independencia provocó la destitución del vicepresident Jordi Puigneró, de JxCat, por parte del jefe del Ejecutivo. Esta ruptura al ralentí del Govern y que está derivando en una peligrosa inestabilidad es fruto de una situación insostenible de enfrentamiento por estrategias y dinámicas –e intereses partidistas y personales– que se presumen incompatibles, en las que ambos socios llegan a votar habitualmente de forma diferente en el Parlament. Todo ello evidencia que esta crisis del Govern no es sino la punta del iceberg de un cambio de ciclo en el que los principales protagonistas del independentismo pugnan por llevar la iniciativa política y social, la estrategia, el rumbo y hoja de ruta y el liderazgo del movimiento. El desgarro en Catalunya debe dar paso a un gran acuerdo de país que necesariamente debe ser lo más extenso y plural posible con el objetivo de recoser las heridas abiertas antes de emprender el camino hacia el ejercicio de la decisión libre y democrática de la ciudadanía.