Parece de locos, pero en 2010, cuando la crisis económica se cebaba sobre nuestros ciudadanos más vulnerables, el Gobierno Foral inauguraba a bombo y platillo el circuito de Los Arcos. Solamente en la ceremonia gastaron 95.000 euros. Conocemos ya el balance final de la aventura: 68 millones volatilizados, de los que se van a poder recuperar 7. El resto, hasta 61, al cubo de la basura. Iba a ser la joya de la corona del mandato de Miguel Sanz como presidente de Navarra, pero todo lo malo que se advirtió entonces que podía ocurrir ha acabado ocurriendo. Hasta las más negras profecías. No ha resultado rentable. No ha puesto a Navarra en el mapa, como no sea en el de los despropósitos. Tampoco ha supuesto un impulso económico a la zona, a menos que se estuvieran refiriendo a la vecina comunidad de la Rioja. El único que ganó dinero, al menos que se sepa, fue el dueño del Grupo Samaniego. Él fue el que se sacó de la manga el primer proyecto y él fue el que, tras endilgárselo al Gobierno de Navarra, cobró a su vez por unas obras que nunca se licitaron. Negocio redondo, cuestionado por la Cámara de Comptos, pero que jamás fue investigado ni por la judicatura ni por la fiscalía. Ya lo había dicho un fiscal general, “en Navarra no existe corrupción”. Ha sido uno de los mayores borrones para el erario público de la era de UPN del que no fue único responsable la formación regionalista. En las hemerotecas abundan declaraciones sonrojantes de líderes del PSN sobre esta infraestructura a la que, aunque con matices, nunca dejaron de apoyar. Ahora son precisamente los socialistas los que han acabado deshaciéndose de esta losa para los presupuestos de la Comunidad Foral mientras los medios afines a la derecha pasaban de puntillas por la noticia. Los partidos del Gobierno tienen crédito para despilfarrar tranquilos hasta al menos el 2040. Va a ser difícil que nadie iguale este descalabro.