Enterrar. El Plan Especial de Actuación Urbana del II Ensanche contempla en materia de movilidad la reducción del tráfico en la avenida de la Baja Navarra, la mejora de la conexión con Lezkairu, la creación de 4.400 plazas en cinco nuevos aparcamientos subterráneos y la supresión de la rotonda de Merindades. Una de las fórmulas para la disminución del tráfico en Baja Navarra es la reducción a dos carriles por sentido, uno reservado a los autobuses urbanos. El presidente de los arquitectos navarros refleja la opinión colegial de un plan “flojo”, con “lagunas y falta de ambición”. Sugiere el soterramiento de esa estratégica arteria urbana. Lo compara con el derribo de las murallas hace un siglo y con la apertura de la avenida del Ejército (1966), que mutiló la Ciudadela. Obras históricas que, hoy, quizá hubieran tenido mejores soluciones. El proponente de la ambiciosa idea reconoce su complejidad económica y técnica, pero entiende que debería ser contemplada. Allá por 1998 sugerí a Yolanda Barcina, candidata a la alcaldía de Pamplona y la única alcaldesa que se ha atribuido dos veces el lanzamiento del chupinazo, el soterramiento de la avenida del Ejército. Siquiera por la barrera psicológica que supone para la comunicación peatonal entre Casco Viejo y Ciudadela. Dijo que los técnicos de Urbanismo lo veían inviable. Otros técnicos desaconsejaban hurgar en las tripas de la plaza del Castillo y procedió sin miramientos. Por su parte, vecinos de San Jorge insisten en el soterramiento de la rotonda de la avenida de Navarra. Los divide, molesta e incomoda. El equipo de Maya no lo acepta. En la capital ribera, el grupo gobernante de Navarra Suma teme que la ciudad sea moneda de cambio legislativo entre la izquierda abertzale y el Gobierno en cuanto a la zonificación lingüística. Su alcalde –el aspirante a más Alejandro Toquero– quiere enterrar el euskera y “blindar a Tudela como no vascófona”. Soterrar. Y sellar cualquier salida.