En Iruña todo tiene un precio últimamente y no me refiero a lo que se pueda estar gestando en los despachos después de las elecciones del 28 de Mayo para ver quien acaba ocupando la alcaldía. Espero que con eso no se mercadee y se respeten los resultados que apuntan una dirección clara. Me refiero al precio que le estamos poniendo a los Sanfermines. La comercilización de la fiesta no es un fenómeno nuevo.

Es más, durante años se potenció convertirla en un reclamo para el turismo, sobre todo para el que cuenta con un cierto poder adquisitivo, el otro nunca ha interesado mucho. La llegada de los falsos alojamientos colaborativos, los vuelos lowcost y el boon por vivir en directo experiencias únicas como el encierro, para luego colgarlo en las redes, han acabado por dispararlo todo.

Hoy ya es difícil que un amigo o amiga que viva en la Estafeta o en cualquier otra calle con vistas a la carrera te invite a ver el encierro, como mucho si despues de las siete le quedan plazas sin vender te mandará un mensaje para que te acerques por su casa. Lo mismo puede acabar pasando con el Chupinazo y estoy seguro que hay quien revende ya los pases del encierrillo. Pagar por todo lo que hasta hace unos años era gratuito; sacar partido individual en lugar de potenciar que sea una fiesta colectiva da que pensar y creo que se corre el riesgo de perder la esencia. Pero es que además parece que mucho de ese dinero que mueve la fiesta no es precisamene blanco como el color que vestimos esos días, sino que hay mucho cobro en negro y mucha cara b.