Sobraditos y pertrechados en la cutre oratoria de Alzórriz. Es así como el PSN ha afrontado la negociación que le llevará, esto es seguro, a repetir la misma fórmula de gobierno que disfrutaron la pasada legislatura. Saben que no es viable ninguna otra alternativa, que tampoco conviene a nadie la repetición electoral, y como van de mano tras el enésimo fracaso de Esparza y los guardianes de la fe, suben la exigencia en su favor. El problema que tienen es parecido al del estudiante al que le va bien un primer examen sin hacer demasiado esfuerzo con los codos, y cree que el segundo será todavía más fácil de aprobar. No perciben apropiadamente que montar una coalición exige al menos dos cosas. Una, crear una propuesta de actuaciones que den sentido a la amalgama, con un programa de objetivos que estimulen el trabajo compartido, y que constituya una referencia política que tenga trazabilidad para la sociedad. Es mucho más que un reparto de despachos. Segundo, establecer un marco de confianza suficiente como para que lo imprevisible de la legislatura -en ocasiones aparece el cisne negro- sea resuelto en un ámbito adecuado de cooperación. Ninguna de esas dos cosas las ha pretendido labrar el PSN con el socio de referencia al que necesita para echar a andar una nueva etapa en Palacio. Cuando en 2007 se sentaron con NaBai e IU para explorar el nonato gobierno que frustró el agostazo, al menos los socialistas contaban con un zascandil al que le gustaba mucho lo de sentarse en el ordenador y escribir banalidades a modo de catecismo común. Ahora ni eso. Se han dedicado a derivar la atención al aspecto menos edificante de un acuerdo de este cariz, el lote de cargos. Se empeñan en darle la razón a la oposición que les acusa de organizar un juego de sillas, pasando por alto la relevancia que tiene el momento germinal de la legislatura en el que lo que se necesita es pensar tranquilamente cuáles son los retos que hay que afrontar en el futuro. Tanto apuran el argumento oportunista de las consejerías en liza que el mercadeo acaba teniendo caracteres sainetescos. En espera de que Geroa Bai les responda, informan a su fiel mascota Contigo-Zurekin que le van a entregar Vivienda, lo que ya está haciendo salivar a Eneko Larrarte, y augura que la desproporción entre palabrería y tabiques construidos será mayor que nunca. Pero además, han soltado la especie de que les interesa traspasar Salud, y ni siquiera se han preocupado en desmentir la explicación de que lo hacen porque les está resultando conflictiva y prefieren que la gestione otro. La labor que se ha hecho en ese departamento en los últimos años ha sido encomiable, en unos tiempos extremadamente complicados -la pandemia y lo que dejó tras de sí-, y si no se ha podido mejorar más habrá sido por lo de siempre, porque el total del Gobierno no ha querido tomar a la sanidad como una verdadera prioridad. Navarra es la única comunidad en la que se ha publicado un análisis sobre cómo se gestionó la gran crisis de los años 2020 y 2021 (Monografía 8 de la revista Anales), y el esfuerzo que han hecho los responsables del departamento para mantener la encomienda social que tiene el sistema sanitario es digno de reconocimiento mucho más allá de las escaramuzas políticas. En lugar de tomar todo este capital como base para una necesaria reconstrucción, la genialidad de Chivite consiste en ceder los trastos para que no prenda en su cercanía ninguna chispa. En Asturias acaba de tomar posesión una consejera tan socialista como ella y sus primeras palabras han sido que hay que “reformar” y “reforzar” el sistema público sanitario, “un modelo de éxito que ha sido un ejemplo, pero que se ha visto tensionado por la crisis sanitaria de la COVID”. Yo no diría lo del éxito, porque hemos estado cerca del fracaso estructural más absoluto, pero no cabe duda de que a diferencia de Navarra, en otros sitios hay quienes parecen dispuestos a cuajar mejoras. Aquí, se lo endoso al socio, y a ver cómo se apaña.

Tendremos esta semana el debate de investidura y abundará la cháchara. Mira caras y verás leches, que diría Juan Cruz. En el mismo hemiciclo, en 2011, se alumbró el Gobierno de coalición UPN - PSN, con Barcina y Jiménez compartiendo ese día hasta el aperitivo. Decía entonces el periódico El País -da pudor citar alguno más cercano- que era un acuerdo “sólido”. Ya sabemos lo que duró y el problema que tuvo: sus protagonistas se tenían asquito.