EL informe del Consejo de la Juventud de España sobre emancipación aporta, coincidiendo con el día internacional dedicado a los jóvenes que se conmemora hoy, referencias autonómicas sobre la accesibilidad a una vida independiente que, en el caso de los territorios forales, anima a la reflexión pero también confirma la orientación correcta de las estrategias institucionales de emancipación más cercanas. El gran titular del informe, basado en datos del cuarto trimestre de 2022, constata el retraso en la capacidad de emancipación hasta superar los 30 años. La abrumadora mayoría de la juventud no se emancipa antes de cumplir esa edad. En el caso de Navarra, tan sólo un 16% vive de manera independiente, un porcentaje bajo si se compara con Europa pero no tan malo si la comparativa es estatal, ya que Navarra tiene la quinta tasa de emancipación del Estado. En el caso de la CAV la juventud de entre 30 y 34 años desborda la media estatal. Hay datos significativos al respecto que pueden justificar estos datos. En primer lugar, en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) y la Foral Navarra, el tiempo que los jóvenes dedican a la formación es mayor que en otras comunidades, lo que retrasa el acceso al mercado laboral. Una vez en él, las tasas de empleo juvenil y de ingresos son sensiblemente mejores ya que una formación superior abre las puertas a mayor autosuficiencia pero retrasa la recepción de ingresos. Tampoco cabe ocultar que el índice de sobreformación respecto a los primeros empleos supera la media estatal: la juventud vasca y navarra está formada por encima de lo que se les ofrece y sus primeros salarios no permiten una vida independiente. La precariedad laboral sigue siendo el principal obstáculo para salir del hogar materno. Igualmente, en un panorama demográfico equilibrado en cuestión de género, las mujeres se emancipan significativamente antes, pese a su media salarial más baja, lo que habla de una voluntad de autogestión, no solo económica, más avanzada que los varones. El precio de la vivienda es un factor inexcusable a encarar –como lo hace el programa navarro de vivienda Emanzipa– pero el conjunto de datos acredita que no basta. Por otro lado la expectativa de calidad de vida es más exigente merced a hábitos de ocio, actividad y consumo que han encarecido vivir solo.